Si había una cosa común en todos los días en que la rubia trabajaba en aquel bar era que ningún día era igual, había días en los que llegaba mucha gente, en los que llegaba poca, en los que había gente problemática en los dos escenarios. Realmente ya no se le hace extraño que llegue la policía en busca de algún mercenario aunque lo cierto sea que la habitante no los ayude mucho en su búsqueda, no podía evitarlo, era un prejuicio que tenía contra todas las fuerzas de la ley describiéndolas ya en su subconsciente como “Frías maquinas que hacen cumplir las leyes sin consideración” pese a que ese sea precisamente el perfil modelo de un oficial según algunos pero para ella no, en su opinión había momentos en los que a veces se debía pasar sobre la ley.

Las luces multicolores de la discoteca hacían un gran trabajo ensombreciendo y entonteciendo el ambiente así como la música electrónica que a esa hora servía más para poner ambiente que para bailar a su ritmo aunque lo cierto era que en varias plataformas hermosas señoritas (entre ellas la hermana de la barwoman) bailaban candente y algunas de manera algo erótica. Era tarde (o temprano ya dependiendo de cómo se le viera) y lo cierto era que todos los trabajadores ya tenían más de un par de tragos encima, como prueba estaba el dueño del bar detrás de la puerta. Pese a sus ya notorios años indicados por las manchas de la edad sobre su piel tenía botellas vacías a su alrededor y estaba adormecido mirando sin prestar mucha atención a la televisión. En la parte de afuera, un hombre fornido ya estaba contando en su teléfono los minutos para el final de su turno rompiendo la disciplina que mantenía para rechazar a la gente que parecía sospechosa de una larga fila en la parte del frente del bar, fila que ahora estaba desaparecida.

De alguna manera, la más activa parecía ser la barwoman y gerente momentánea quien desde la barra hablaba con un sujeto que arrastraba las palabras mientras le daba una cerveza y la abría con un destapador atornillado en la pared, derramando algunos mililitros de su contenido en el suelo para luego pasársela a aquel señor que debería estar en un punto ya algo avanzado de sus 30’s. A la gente a su alrededor se le hacía casi un misterio como a las dos de la mañana, después de haber trabajado todo un día. —¡Mueve un poco más that booty linda!— gritó desde la barra a una chica en la plataforma principal la cual se había comenzado a emocionar desde antes que Taia la notara provocando que las miradas se voltearan hacia ella.

Por su parte los clientes, en su mayoría, ya estaban bastante bebidos, había más de alguno que estaba dormido en las mesas o incluso en la misma barra que eventualmente sería despertado por la encargada para que intentaran irse a casa. La muchacha se llevó una mano a la cintura mirando alrededor, no era hermoso, no era del todo correcto pero era la vida que conocía y a final de cuentas era un trabajo honesto. Usó la batidora y se hizo un coctel de fresas con algo de ron y azúcar, era algo fuerte pero estaba acostumbrada y ¿Para qué negarlo? Le gustaba lo dulce. En las esquinas, parejas jóvenes en su mayoría, se besaban y se tocaban indecentemente, cosa que no le importaba mientras no fueran más lejos.

Bajó la mirada, el treintañero con quien hablaba se estaba durmiendo —Dame algo de vodka mi angelito de fuego— le pidió de forma incluso melosa, la muchacha le sonrió con algo de ternura y le dio unas palmadas leves sobre la mejilla para intentar despertarlo y lo levantó. —Ya bebiste bastante por hoy. Vete a casa— y tras leves protestas del contrario lo levantó y lo siguió “educadamente” echándolo del bar. No era por ser mala, es que no podía permitir que nadie sufriera de algo fuerte en aquel momento, no era más que algo rutinario, junto con aquel hombre, como el flautista de Jamelin atrayendo las ratas, se llevó a todos los individuos alcoholizados liberándolos en el mundo para que se fueran a casa. No iban a dormir toda la noche en el bar. Dejando por meros e insignificantes 5 minutos al domicilio sin su personal vigilancia.

No estaba segura de la hora exacta en la que se encontraba, el teléfono se había apagado debido a que el cargador se había quedado en casa. No es que le importara demasiado de todas formas. De lo único que estaba segura era que ya había pasado de la media noche. No pensaba volver a casa hasta que su cólera pasara.

Y fue así como luego de salir de las clases en la academia decidió vagar por la zona de los bares y discotecas para despejar su mente. Debía olvidarse de que la única persona a la que amaba en ese mundo saliera a encontrarse con la niña estúpida que tenía por prometida. Una completa estupidez... ella sabía bien que aquel hombre no tenía sentimientos por esa mujer, y que de hecho estaba buscando una manera de librarse de aquel compromiso. Pero no podía evitar que le fastidiara en sobremanera que se encontrara pasando la noche de un viernes con esa zorra y no con ella.

La discoteca que había elegido en un inicio ya había cerrado para aquella hora, y lamentablemente lo habían hecho también muchas otras que solía visitar con cierta frecuencia. Por eso es que ahora caminaba por las calles buscando otro sitio en el que pudiera continuar la fiesta que le ayudaba a sacar sus pensamientos de su negro destino.

Llevaba las manos metidas entre las bolsas de su short de mezclilla, en sus labios rosa jugueteaba un palillo de dientes que le entretenía en la quietud de aquella noche. Quizá era ya tan tarde que o todos estaban en sus hogares o bien demasiado ebrios para emitir sonido alguno, pero lo cierto era que en aquella quietud el sonido de sus botas de tacón producía un eco escalofriante digno de cualquier película de terror. De hecho ella no encajaba demasiado con aquella zona, con el largo abrigo de piel fino que cargaba encima, su cabello dorado y el caminar felino y seguro daban a entender que pertenecía a una clase con ciertos privilegios y que podría ser una víctima fácil de un delincuente.

Pero a la rubia no le atormentaba aquel hecho, estaba más que preparada para defenderse de cualquier agresor. Aún con el par de copas que ya tenía encima...

No tardó mucho más en encontrar un sitio en el cual podría divertirse, para su fortuna. La música electrónica se escuchaba desde afuera y podía verse el fulgor de las coloridas luces chocando contra la acera y el cuerpo de un hombre musculoso en la puerta. Una chica rubia hizo acto de presencia en la puerta escoltando a un hombre en la tercera década de su vida, bastante bebido pero de carácter calmado juzgando por la manera pacifica en la que se retiraba del sitio.

Bufó divertida y miró a la chica directamente a sus enormes ojos violeta que destacaban aún en la oscuridad de aquella noche.  -Oye, se acabó todo el licor de este lugar? -bromeó despreocupada señalando con un gesto de su pulgar al hombre tambaleante que se retiraba. -Porque aún estoy demasiado sobria para irme a casa y parece ser este el único lugar abierto. -agregó riéndose suavemente.

Tardó más bien poco en sacar al hombre del local y junto con él tras de la rubia, como siguiéndola, fueron otros tantos, probablemente un número mayor de quince y menor de veinte. Aquello no era una sorpresa, todos tenían ya su edad dejando solo a la gente joven dentro del local. Ante la mirada atenta del vigilante de la entrada los despedía con la mano y sonriente le hacía un gesto de saludo al hombre quien, acostumbrado a eso devolvió el gesto y luego se cruzó de brazos, siendo contagiado de la sonrisa de Taia, el hombre de manera agradable estaba por pedirle también una cerveza a la rubia, incluso había abierto la boca para expresar sus palabras pero fue interrumpido.

Ambos se giraron a ver a la nueva presencia, una muchacha que rondaría por la edad que la barwoman. Ese había sido un comentario algo perspicaz por su parte ¿Quién se atrevería a retar a un bar a que se quedara sin alcohol? Aquellas cosas si bien podían pasar eran la peor pesadilla de cualquier dueño, trabajador o cliente habitual. La mayor se llevó ambas manos a la cintura mientras el guardia la miraba de arriba hacia abajo, no recreándose su figura sino para confirmar que no tuviera un arma o algo peligroso aunque estando con la habitante estaba consciente que las armas se escondían fácilmente y algunas personas podían ser peligrosas sin ninguna en particular. —Eso es un problema— soltó sonriente.

—Entra, no puedo dejar que una lindura se vaya a casa sin haber bebido lo suyo— le guiñó un ojo ¿Le estaba coqueteando? Obviamente sí, pero así simplemente actuaba todo el tiempo. Le hizo un gesto para que pasara dentro del bar y fue la primera en volver. Normalmente el hombre la hubiera detenido al no haberla visto antes pero simplemente había sido invitada por la dueña, no podía detenerla a final de cuentas. La muchacha estaba vestida como siempre, un chaleco marrón que cubría su blusa sin mangas de color amarillo con un símbolo de un corazón quemándose, mangas subidas, un par de brazaletes de color dorado, bajo su vientre visible unos shorts negros con un cinturón marrón y botas con calcetines amarillos y en una de las botas una tela violeta anudada. Caminó por el bar como si fuera su casa, a su alrededor jóvenes ya en un avanzado estado de embriaguez arrastraban las palabras al murmurar sobre la dueña y su invitada, la chica nueva que pasaba y atraía algunas miradas mientras que la lujuria se veía en la distancia con la forma de jóvenes que se besaban y algunas bailarinas quienes seguían con su oficio mientras que otras, como ángeles quienes juzgan a los pobres mortales, miraban hacia abajo sentadas en sus plataformas.

Taia dio un salto posando su palma sobre la mesa logrando no tumbar los vasos que seguían sobre la misma. —Muy bien— intervino asumiendo que Himura la había seguido pero sin mirarla, tomando con las manos los vasos y dejándolos sobre una bandeja apilándolos, todos estaban usados, por supuesto. Eran bastante pero no se notaba que tuviera problemas con el peso del vidrio, abrió una plantilla que conducía a la habitación contigua y deslizó la bandeja allí, de haber menos seguramente los habría lavado ella pero debía estar al pendiente. Aún quedaban algunas botellas vacías sobre la barra así que las tomó mientras miraba a la contraria. —¿Qué quieres tomar?— su incandescente mirada de color violeta se clavaba sobre aquellas luces verdes que resaltaban sobre las irises de aquella señorita. Dejó caer las botellas sobre un basurero tras la barra. Tomó un trapo sin prestar mucha atención y lo usó para comenzar a limpiar algo del líquido que los inconscientes clientes habían dejado.

La chica que parecía ser encargada del bar era bastante agradable a decir verdad, se había tomado bien su broma. Pero.... ladeo el rostro luego de aquel gesto del guiño. ¿Acaso le estaba coqueteando? Prefirió reírse ante su broma. Después de todo le estaba invitando a entrar así que no iba a ponerse los moños cuando lo que quería era embriagarse.

Siguió a la chica hasta la barra, no sin antes inspeccionarla en el camino. Era un poco extraña la vestimenta para el sitio en el que se encontraba. Parecía más que llevaba ropa del tipo militar y empezaba a preguntarse si aquello de servir licor en un bar como aquel era más un pasatiempo o un segundo empleo que su profesión. Pero suponía que no estaba en el sitio para acabar con el licor en las repisas así que dejaría de juzgar a la chica. El salto que dio para atravesar la barra fue otro indicio de que la barwoman no era precisamente una mujer común.

Se sentó en la barra y la observó limpiar casi aburrida. Apoyando su codo sobre la madera y posteriormente su mentón sobre su mano. Parecía que la noche había sido productiva para aquel negocio a juzgar por todo lo que tenía que limpiar aquella rubia de ojos violeta. -Bien, para calentar puedes servirme un ángel caído. -sonrió suavemente. Era un trago que le gustaba mucho pues de alguna manera sentía que encajaba con su personalidad. Tenía una mirada astuta, puesto que a pesar de que la excusa era que aquel trago le "calentaria", la realidad era que tenía ya algunos tragos de whisky que le tendrían ya con buena temperatura. -Y también puedes prepararme un Blackthorn luego de ese. -le indicó esperando con paciencia. -Ah! Y cada que el vaso este vacío debes llenarlo con lo mismo. -dijo guiñando su ojo.

-Parece que la noche fue movida por este sitio. ¿Qué hay en este sitio que le hace tan popular? ¿Será acaso su barwoman? -comentó afilando la mirada mientras le observaba fijamente. Se giró para darle un vistazo por primera vez a aquel lugar. Después de todo había seguido a aquella rubia como una palomilla sigue la luz y no se había molestado en ver el interior.

Ahora notaba lo calmado que estaba el sitio por las altas horas. Habían algunas parejas explorando sus cuerpos en los rincones más oscuros, uno que otro hombre sentado bebiendo y en plataformas altas habían algunas chicas bailando y otras tan solo viendo a los clientes taciturnos que aún permanecían en el comercio. Los juegos de luces en colores brillantes danzaban en sus rasgos finos y la música que le había atraído en un principio tan solo era escuchada por todos los presentes, notando el abandono al que se sometía a la pista de baile.

El lugar no era feo, definitivamente no lo era o no creía que hubiese entrado. Pero.... aún no descubría cual era ese "Je ne sais quoi" que podría atraer a tantos clientes. Quizá se debía a la personalidad de la barwoman después de todo. Suspiro... -¿Puedo saber tu nombre? -preguntó aún con calma. -El mio es Himura Haruka -dijo con una sonrisa leve que no le llegaba por completo a los ojos. -Acaso eres de esas cantineras que escuchan toodos los problemas de sus clientes? -se rio muy suave, eso sería divertido. -Por que si es así iniciaré preguntándote algo un poco más filosófico como el sentido de la vida...

La verdad era que sus elecciones se le habían hecho cuanto menos curiosas. No era que no supiera hacerlas, por supuesto que sabía y la juzgaba por su complexión junto al aroma que ya despedía de haber bebido un poco, no quería hacer demasiado poco o demasiado demás. En condiciones normales solo le habría dado los dos tragos, no por antipatía sino porque generalmente estaría ocupada pero a esa hora cuando realmente nadie más la demandaba no le molestaba cumplir su deseo por no mencionar que ella también bebería un poco de aquello. Sacó un par de vasos de mezcla. Introdujo ginebra, jugo de limón y amargo angostura en un vaso de mezcla y tapó el vaso para agitarlo con una mano.

—Todas las noches lo son— no parecía que le prestara atención a la acción que ejecutaba su zurda. Bajó una mano y sacó una copa no muy grande solo que esta era de pastico, era un bar, no podían arriesgarse a tener una de vidrio y que un mal ebrio la rompiera. Vació el contenido de la misma, no evitó reírse con cierta educación ante el comentario de ella mientras colocaba la crema de menta en la copa, el trago estaba listo además de que aún quedaba en el vaso de mezcla mucho más de la mitad del contenido capaz de caber allí. Lo dejó en la mesa y se puso a preparar el blackthorn. —Es un gusto Haruka. Soy Taia Valkyrie, la dueña del bar y de las borracheras de mis clientes, eso te incluye— Esta no la agitó, la dejó reposar y le metió hielo a un vaso de vidrio más propio de un trago y que no se rompería fácilmente para luego llenarlo y dejar del otro lado el otro vaso de mezcla.

—Tal vez la razón de que este bar sea tan concurrido sea que hay una hermosa camarera dispuesta a escuchar los desvaríos de sus clientes— Decía de manera algo sarcástica, como burlándose de aquello. Volvió a tomar el trapo que había dejado donde la barra, aquel trozo de tela poseía un olor a licor más fuerte que el del peor de los borrachos, alzó una ceja ante lo que le había propuesto aunque no pudo evitar restarle importancia —Pues los tragos que me pediste son 40 y 70 créditos la copa y vaso— a modo de chiste aunque si, ese era el precio aunque solía cobrar esas cosas cuando ya se iban a levantar de la barra, en realidad si se preguntaba que sería aquello que querría saber.

Finalmente la mayor se sentó en una banca al otro lado de la barra, era en ese momento que se podía notar más, ahora que estaban más cerca la una de la otra, que Taia era más alta que Himura, no demasiado pero lo suficiente para verse a simple vista. —Ya sabes que este lugar es mío ¿A qué te dedicas tú? ¿Estudias o trabajas?— Parecía que estaba hablando solamente con ella pero cada pocos segundos su mirada viajaba a los lados de aquella persona observando a los otros clientes, realmente no se oponía a que se exploraran todo lo que quisieran mientras no comenzaran a tener sexo en el lugar no tenía ningún problema. Se volteó a una plataforma rodeada de los lugares donde bailaban las chicas, allí había un hombre joven, el DJ quien intentaba ligarse a alguna mientras dejaba la música puesta. Al parecer notó la mirada de su jefa por lo que volteó a verla algo nervioso pero esta solo le hizo una seña con la cabeza en dirección a una pareja que ya es estaba propasando, podía ver ya la ropa interior de la chica bajada por lo que entendió el mensaje y fue a sacarlos lo más educadamente que pudo, dejándole tiempo a la encargada para hablar con la nueva —Perdona ¿Dijiste algo?— rascándose la parte de atrás de la cabeza con una mano haciéndose la despistada.