Recuerdo del primer mensaje :

Recordaba, frente a la barra de un bar, lo sucedido días atrás. Su lesión del hombro no era más que una mera dolencia que se hacía notar en momentos de tensión o esfuerzo. Un pequeño recuerdo de su viajecito semanas atrás a aquella luna infestada de insectos alienígenas gigantescos. Qué horror de trabajo aquel. Odiaba los bichos más que nunca tras aquello.

Entre trago y trago, con su mirada perdida al frente, sentada en un taburete y apoyándose sobre los codos en la barra, suspiraba pesadamente. Iba por su tercera cerveza, y no tenía mucha intención de dejar de beber aquella noche. No cuando aun tenía en su cabeza la escena de la que fue su casa como un estercolero, a aquel que ya no llamaba de padre demacrado hasta el punto de ser irreconocible para ella y saber que su madre, o esa a la que llamaba madre, había sido asesinada por la mafia del lugar como castigo al impago del préstamo que pidió ésta para el pago a la inmensa cantidad de facturas de aquel despreciable y repugnante hombre. Ya no le valía tirarse al alcohol y ser un maltratador, sino que además ahora era un ludópata que había quintuplicado sus deudas.

-Tsk… -chasqueó asqueada al venirle a la mente la cara de aquel hombre, llevándose la estrecha boquilla de la botella de cristal a los labios, dándole un buen trago que lejos estaba de sacar su lado más femenino.

En realidad esperaba a alguien, no había ido por amor al arte aun local, sola, solo para tomarse una cerveza tras otra. Para eso se quedaba en su diminuto apartamento alquilado, por lo que había mandado un mensaje a una persona que la conocía desde mucho tiempo y que era con la única que se podía abrir y desahogar de todas su preocupaciones. Puf Blaze. Amigo, confidente, y como todo en su vida, un hermano. Pero sobre todo era un gran amigo con el que evitar solitarias noches como las que había estado teniendo estos últimos días.

Sin prestar atención a los que pasaban a su espalda, y  menos aún a esas miradas traviesas, indiscretas y lascivas hacia su figura, bebía a la espera de su amigo. Ojeada de vez en cuando el reloj de su celular, con la mirada perdida, su semblante serio y una mirada cargada de decepción y rabia en sus ojos azules marinos.

Ropa (la habitual):

-No estuvo mal, no –sonrió coqueta recordando lo de anoche, mordiéndose el labio inferior cariñosa, plantando un beso casto en su pecho, cerca de su cuello, antes de alzar la mirada al escuchar aquel “espero”. -¿Qué? ¿Cuándo? –se apoyó de costado sobre su codo, siguiendo con la mirada el gesto de su compañero para ver cómo había un par de cajitas empaquetadas en el suelo. No es que tuviera mucho, pero lo poco que había dejado en su antigua casa de sus padres, estaba allí. Álbunes, libros, apuntes, su colección de tuercas mecánicas hecha de pequeña e incluso un peluche que tuvo de niña a falta de una mascota real. –¿Pero como….? –estaba sorprendida. Estaba incluso su katana, lo que indicaba que había descubierto su cutre apartamento y, peor aún, había visto donde había estado viviendo desde su llegada a Eden. Le miró y le dio en el hombro con fuerza. La fuerza justa para que sintiera algo más que una caricia. –Espera. ¿Hablabas en serio? ¿Quieres que vivamos juntos? ¿Los dos? ¿Aquí? –se quedó pillada por aquella realidad, procesándolo unos segundos. Unos segundos en los que estuvo cautivada por el beso tierno de su compañero y… ¿pareja? –Claro… Si. Si, quiero, Red. –Respondió al final, sonriendo. No se lo creía. –Dime que no estoy soñando. Dímelo, anda. –Pidió mientras le acariciaba el largo cabello que recorría su cuerpo.

-Si, vale, yo ahora bajo –dijo en la cama, tumbada boca abajo. Remoloneando en la cama. Estaba agradablemente cansada de la intensidad de la pasada noche. Gozaba de esa sensación que la hacía recordar a pocos y progresivamente de lo ocurrido. –Si vas a estar tan ligero de ropa por la mañana… Creo que bajaré antes de lo que yo misma tenía pensado –guiñó coqueta, viéndole ponerse en pie. –Un café, y si tienes lo de siempre…. Un completo –pidió estirándose sobre la cama, dejando su voluminoso torso al descubierto. Solía desayunar fuerte; café, bocadillo de pollo o carne, zumo, una pieza de fruta y algún dulce o tostada con mermelada. Comía bastante bien pese a su tipo. Así desayunaba en la Academia. No había empezado a desayunar así hasta que llegó allí. Su familia no podía permitirse algo así entonces. Y estos últimos años, en el colonizador se había tenido que dejar de aquella forma de desayunar y, en general de comer. Sin embargo, el buche de Red era mucho más grande.

Una vez sola en la habitación, se concedió un par de minutos más de remoloneo en la cama, acabando por levantarse y, con su desnudez por delante, abrir el empotrado armario. Allí estaba su ropa. Era poca, pero ahí estaba. Incluso su uniforme. Toda. –Maldito Red… -susurró divertida, cogiendo una de sus camisas que le quedaban largas. Se remangó las mangas hasta las muñecas y se puso unas braguitas, bajando después. No era una casa demasiado grande, así que siguió el ruido y olor procedente de abajo. –Conociéndote, seguro que has olido mi ropa interior –comentó, picando a Puff, entrando en la cocina. Una cocina amplia y, aunque con todas las comodidades del mundo, sencilla a simple vista. Con gráciles pasos, contorneando sus caderas, se recogió el cabello en su característica coleta, sentándose en uno de los taburetes de la isla de la cocina. Viéndole “cocinar”. Preparar el desayuno.

-Vaya, no sé qué es más pervertido por tu parte –bromeó, dando un pequeño botecito por el cachete en su trasero. Le miró afilando la mirada, pero de forma juguetona, haciéndole saber con una sonrisita traviesa mientras se sentaba, que le encantaba aquello. Sentada ante la isla de la cocina en la que, al otro lado, cocinaba Puff, veía su soltura  en los fogones. Olía y se veía todo genial. Tanto que su estomago rugió cómicamente. Estaba realmente hambrienta, y tener aquellos olores y esas vistas frente a ella la podían. Estaba salivando incluso. –¿Falta mucho? Voy a empezar a comerme por dentro –bromeó, tocándose el estomago que le suplicaba alimento.

Al acercarle su bandejita sonrió, sentándose un poco mejor en la banqueta alta y acolchada. Todo lo que a ella le gustaba se encontraba ahí; café del bueno recién hecho y con el punto de azúcar perfecto, su bocadillo de pollo y pan tostado, adornado como si fuera de un restaurante de la mejor categoría. Y por último, y como punto climax de todo aquello, el bizcocho casero de mermelada de zarzamora. Ese bizcocho, en concreto ese, le hizo sonreir tierna y melancólicamente. Las penas se esfumaban con aquel bizcocho. Era… era una delicia. –Como para olvidarme. Dame, dame. –Extendió los brazos para coger el platito, viéndose ansiosa e infantil por ello. Lo dejó junto a su café y cogió la cucharita para dar vuelta a su café, que desprendía un olor delicioso. Un olor que despejaba los sentidos y te invitaba al desayuno. Un desayuno algo tardía dadas las horas. Las 13;26 pm.

-¡Wo! –soltó con sorpresa, agarrándose por instinto al taburete cuando Red tiró de ella, medio girando la base del asiento y quedó de cara a él, agarrándose rápidamente a su cuello. Con sus piernas, Kaori intentó rodear su amplia cintura, sosteniéndose apenas. Puff cargaba con ella como si fuera una pluma. No tenía ni que esforzarse. –Uy, ¿vas a cobrarme-..? –respondió, besándose con el gran saurio. Su, saurio. Suave y pausadamente, saboreó sus labios y abrazó y acarició con su lengua la ajena, abrazándose a su chico para pegarse más a él. Se sentía como una colegiala enamorada. Era todo un sueño para ella. Un sueño de lo más real. Cuando se separaron, le sonrió con ternura y una mirada enamorada intensa. –Se te va a enfriar el desayuno, Señor Blaze~. –dijo juguetona, dándole un toquecito, muy suavemente, con la cucharilla del café que se vino con ella. –O… -echó una rápida mirada de reojo al bizcocho. –Le diré a tu madre que juegas durante la comida. –Bromeó, estando a su merced entre sus brazos, sentada. Fácilmente la podría sujetar con uno.

OFF: