Si tan solo hubiese tenido a su Ifrit a disposición, todo aquello habría terminado en un hermoso infierno. Mordiendose el borde del dedo pulgar y maldiciendo para sus adentros, la entidad demoníaca conocida como Io Efreet, siendo ahora parte de la dispar tripulación de Magallanes, se dirigió junto a su líder y al resto de los alocados perros de caza del espacio rumbo a una heroica misión de rescate y contención en la colonia minera denominada Kraz, lugar en el que, según los reportes, se había desatado un apocalipsis a nivel biológico, en el que criaturas desconocidas habían tomado el lugar como un patio de juegos, sembrando muerte y destrucción a lo largo y ancho de las instalaciones. Tan pronto como la magnifica nave alcanzó las coordenadas prefijadas y uno a uno los miembros de Magallanes tocaron tierra en los alrededores de la colonia, el paisaje dantesco y apocalíptico se fue haciendo cada vez mas claro y palpable, como salido de una película de terror futurista.

Animales... si podían llamarse así, habían convertido el sitio minero en un campo de batalla en el que cadáveres y vísceras decoraban todo el lugar como guirnaldas navideñas, mientras corrían sin rumbo con la sola intención de atacar y despedazar a todo aquello que no fuese como ellos. Cuando el transportador dejó al pelirrojo en la superficie terrosa, se encontró junto a su líder Maximo, a cargo de un potente lanzamisiles. Sonrió al verlo con tamaño equipo y le miró de reojo durante un momento, entonces regresó su mirada de doradas orbes al frente, al campo de batalla, si su líder sería la artillería pesada, entonces el Eidos se convertiría en carne de cañón, en la avanzada que abriría paso para garantizar la fluidez del resto de la tropa. Por supuesto y debido a su orgullo y naturaleza sobrehumana, el pelirrojo no llevaba traje de protección, no lo necesitaba, simplemente estaba ataviado con un elegante traje que le hacía lucir mas como un general que como un sargento: una larga capa color rojo unida por un cordel dorado en su cuello, la cual hacía honor a su apodo; bajo la misma, un uniforme militar táctico en color negro, con un pantalón estilo cargo del mismo color y botas de caballería altas hasta el nacimiento del fémur. Un cinturón de cuero negro con hebilla dorada completaba el atuendo y, como equipo de batalla, llevaba anudada al costado de su cintura la vaina de su mortífera espada personalizada, así como un rifle de pulso liviano cruzado por debajo de la capa, con 5 cargadores completos distribuidos en un correaje de combate, 4 granadas fragmentadoras, un equipo básico de primeros auxilios y una pistola de puño tipo Phaser con municiones de plasma y 4 cargadores llenos.

-Comprendido señor...- Con una sonrisa de satisfacción, el Eidos dio un paso al frente al escuchar las ordenes decididas de su líder, desenfundó su espada, la cual comenzó a mostrar la luminiscencia del sistema incandescente que la recorría internamente y emprendió una carrera frontal.
En todas partes el paisaje era similar, tropas agolpándose proveniente de naves que parecían copar cada pedazo del espacio aéreo de Kraz, comenzando a luchar contra la amenaza bestial; aquello no sería facil... pero tampoco algo aburrido. El tipo de misiones que alguien de negra esencia como Io Efreet, prefería.