Había conseguido información de mucha utilidad de un par de idiotas que habían llegado a parar al bar donde trabajaba. Era un bar de mala muerte, de esos a los que llegaban mercenarios y mafiosos, tanto como asesinos, ladrones y estafadores. Pero ahí estaban ellos, un par de ebrios imbéciles que no sabían dónde se habían metido. Todo sería muy fácil para alguien con tanta experiencia en los barrios bajos como ella. Jun tenía un proyecto en progreso desde que había llegado a la zona de la academia, no obstante solamente había conseguido piezas insignificantes que, aunque obviamente se necesitaban para construir su proyecto, eran sencillas de conseguir y no eran para nada piezas vitales. Le faltaban las cosas importantes; un motor, cohetes de propulsión, un par de armas, paneles madre para poder navegar y pilotear y una fuente de energía, de preferencia auto sustentable. Por esa razón su proyecto parecía haber tenido un rumbo lento en los últimos meses. Pero ya no más. Sólo le costó un par de tragos gratuitos y un beso francés el conseguir tan valiosos datos. Información que generalmente se vendería por cientos de billetes y que un par de idiotas habían vomitado estando ebrios. Aunque eso también generaba una incógnita en la mesera: Si habían estado lo suficientemente borrachos para vender información tan cara por un par de tragos y un beso, ¿qué tan verídicas podrían ser la palabras alcoholizadas de ese par?

El lugar sinceramente era un asco, pero según le habían dicho, la persona que podría venderle un panel para navegar funcional, se encontraba justamente ahí, y en ese caso no le quedaba más opción que entrar. Su experiencia le indicaba con cada parte de su cuerpo que era una mala idea, y que lo mejor definitivamente sería regresar a casa y olvidarse de ello. "Que ya surgiría otra oportunidad" Le susurraba alguna vocesita que parecía estar cuerda en su cabeza, pero ella era lo suficientemente tozuda e inconsciente para, incluso así, seguir adentrándose. Aún peor: era de noche, y no había demasiada luz que le ayudase a saber bien donde estaba.

Era un basurero; literalmente. Uno bastante viejo donde había montones y montones de cosas apiladas una sobre otra. Desde cientos de botellas de vidrio y latas de aluminio, hasta monitores viejos, partes de autos e incluso muebles. El lugar olía a muerto y por donde sea que Jun lo mirase, había un bulto de basura de cinco o seis metros de altura esperándole. De entre las grietas de aquellas grandes pirámides de mierdas, salían y corrían ratas, cucarachas y otros insectos, pasándole por los pies a la señorita, que agresivamente intentó pisarlos. —Qué puto asco. —Rugió con una expresión tosca y masculina, para luego continuar caminando.
Sus sentidos estaban completamente alerta, mientras buscaba cualquier señal de vida que no perteneciese a una alimaña, o por lo menos que perteneciese a una humana. Así poco después se topó de frente con una pequeña casucha de madera que parecía estar a punto de colapsar, y dentro de esta se miraba algo de luz.

Toca tres veces y luego maúlla.

Qué rabia le daba, pero eran las instrucciones que le habían dado ese par de ebrios y no tenía más opción que confiar. Tras tomar aire seriamente se dignó a tocar, y tras unos segundos de molestia maulló indignada. —Miau.

Tras unos segundos de espera Jun estaba lista a marcharse. Cada vez ese lugar le decía más y con mayor intensidad que era el momento indicado para una sabia retirada. Si valoraba un poco su vida, era el momento de dar media vuelta, salir de ahí y correr hasta volver a casa. Ese lugar no era para nada un sitio legal. Se veía a leguas. Pero algo más fuerte que su voluntad deseó que se quedara en el momento en que las puertas de madera de aquella horrible casucha se abrieran. Tras ellas y como presentación, una cortina de humo salió a ahumar a la castaña. Tosió usando su mano para abanicar frente a ella, mientras detectaba rápidamente que no se trataba de tabaco, sino de droga.
Tras volver a abrir sus ojos rasgados, frunció el ceño para distinguir que tras la puerta había algunos hombres viejos. Ninguno parecía tener menos de 40 o 45 años de edad, y la mayoría de ellos tenía cicatrices y joyería cara. Sentía que el modo en que la miraban era mucho más allá que sólo como una cliente que quería una pieza ilegal.


Todos rieron ante la clara referencia sexual que hacía su compañero, y Jun, sin más intenciones de irse, dio tres pasos adelante y sintió como cerraban la puerta tras su esbelto cuerpo. La parte de ella que se encargaba de hacerle sobrevivir a pesar de todas sus locuras y malas ideas le decía que justo ahí, en la entrada de la puerta, ya no había vuelta atrás. Por lo tanto solo quedaba ser lista y tratar de salir de ahí con los menores daños posibles, y de preferencia, con la pieza que buscaba.

Frunció suavemente el ceño mientras miraba mejor el lugar. Una mesa iluminada con una bombilla que colgaba de un cable y que por cierto se tambaleaba un poco. Sobre la mesa un juego de lo que parecía ser poker estilo Texas y un montón de papeles, monedas, joyería y otras cosas en la mesa como apuesta.

Sintió como un hombre tras de él le empujaba mientras le incitaba a no ser tímida con palabras sucias. Jun caminaba tratando de no verse torpe mientras los miraba a todos. Le dejaron parada justamente a un lado de la silla del auto nombrado "tío Bvsolkov". Este le escaneó como si la señorita se tratase de algo que debía mirarse de pies a cabeza. Le examinaba como a la pieza de algo, y ella no hacia más que mirar de reojo las apuestas en la mesa. Más de cerca era fácil notar que se trataba de documentos de algunos establecimientos, documentos personales de algunas personas, dinero de varios países distintos, algunas prendas como bragas, que parecían de algún material muy fino, entre muchas cosas más. Apuestas ilegales… Jun era buena en eso.

—Quiero… —El "tío" posó su mano frente al rostro de Xian para indicarle que no dijera nada. Siguió con la ronda que se jugaba en ese instante, y en cuanto se miró el ganador, que era ese mismo hombre, tomó las cosas entre sus brazos para acercarlas con recelo a su lado de la mesa.


Ella, indispuesta, frunció el ceño, pero el hombre le jaló del brazo hasta que las nalgas de la señorita se acomodaban entre las piernas del viejo, reposando sobre el antiguo bulto que tenía el hombre bajo sus pantalones. Lentamente comenzó a oler su cabello y cuello mientras ella, con un escalofrío que erizaba la piel, intentaba alejarse un poco de manera discreta. Se sentía completamente asqueada.

—Quiero un panel de navegación. —Dijo firmemente intentando apresurar las cosas para salir de aquel infierno lo más pronto posible. Sentía las manos del señor colarse a su cintura y dibujarla de manera sucia. Si no hacía las cosas rápido sabía que terminaría soltando un puñetazo al hombre y eso definitivamente la metería en más problemas. "Autocontrol." Pensaba ella, pero no tenía de tal cosa.
El hombre rió un poco ante la petición de la señorita, negando mientras le acariciaba las piernas con descaro. Ella empujaba sus manos como podía, mirando como los demás le miraban complacidos.


El viejo hablaba contra su oreja y le separaba las piernas enredándolas con las de él para mantenerlas abiertas. Qué suerte que Jun llevaba un ajustado pantalón de mezclilla.