Había preparado todo, no quería dejar nada al azar. Las habitaciones estaban totalmente equipadas, y la despensa llena. Le había costado un dineral alquilar el complejo entero todo el fin de semana. Iba a salirle caro, pero la fiesta merecería la pena con creces. No había reparado en gastos, incluso pasó del personal, quería intimidad total para él y sus invitados, Iba a ser la fiesta del siglo. El lugar era idílico, en mitad de la zona costera tropical. Pero no estamos hablando de playas paradisíacas... El resort estaba a veinte metros bajo el agua, en un asentamiento coralino. El lugar contaba con todas las comodidades: Habitaciones equipadas con todo detalle, con vistas al arrecife, dando la sensación de estar acostándote con los peces. Lugares comunes con enormes ventanales que ofrecían todo el paisaje submarino de aguas cristalinas y paradisíacas. Cocinas amplias, zonas de recreo. Incluso dársenas con acceso al océano para paseos y actividades marinas. Lo tenía todo vamos, y Blaze se había ocupado de llenar la despensa para el fin de semana con lo mejor de lo mejor. Les engalanaría, les ofrecería sus platos, música, compañía... Vamos, de todo.

Resort Marino.:

En la superficie, mientras, Puff estaba esperando junto a la zona de aterrizaje de acceso al complejo, con una camisa blanca ibicenca, pantalones blancos de seda, y un pañuelo azul cielo. En su muñeca, tenía colgados varias bolsas con regalos de bienvenida, uno por cada invitado. Aún sonreía recordando el momento en que redactó las invitaciones: "Queridos amigos, debido a mi retorno, quiero invitaros a todos a un fin de semana en el Resort Acuático del Cinturón Tropical. Traeros un invitado cada uno, no hay problema. Están todos los gastos cubiertos. Habrá toda clase de actividades y de divertimento. Os espero a todos el próximo viernes por la tarde.

Un abrazo: Puff Blaze."

Uno a uno, fueron llegando. La alegría era patente en el rostro del drackoyano, el cual, nada más ver a Jack, le dio un abrazo que le levantó del suelo. ¡Cómo estás viejo pirata! La efusividad era normale en Puff, quien le conociera, diría que aquel era un gesto normal en él. Tras bajar al corsario al suelo, le dio una potente y amistosa palmada en la espalda. Ya verás que bien nos lo pasamos, no he reparado en gastos... Mira, ya vienen los demás. Dijo señalando otro transbordador que se acercaba. Era del tipo N2, no era una Nave de Evacuación tipo Hermes como las que usaba Jack, ésta era un modelo estándar que se usaba en la Alianza de Colonias. Y podía apostar quién iba a bajar: Atlas. Su almirante, su líder del Escuadrón de Operaciones Especiales, un hermano de batalla. Nada más bajar, le abrazó para dar vueltas con él suspendido en el aire. Muchas veces, sorprendía que alguien de un humor tan afable y tierno tuviese una fuerza arrolladora. ¡Has venido, sabía que vendrías, pedazo de lata! Blaze era muy dado a adjudicar apelativos divertidos a sus amistades. Pero ojo de aquel que llamase de forma despectiva a sus amigos. Cuando el ciborg presentó a su acompañante, se le abrieron los ojos como platos.

Era como una diosa, hermosa, de proporciones perfectas, y cuando dijo Atlas que era... ¿Su prometida? Wow, si que habían pasado cosas desde su coma. Y además... ¡Estaba embarazada! y su vientre abultado además lo corroboraba. Se acercó a ella, y cogiéndola de la mano con suma delicadeza, le dedicó una sonrisa tierna y dulce. Musa... Como las diosas griegas que inspiran a los artistas... No se si estoy ante una mortal, o una visión celestial, pero... Es un placer conocerte, querida. Le besó la mano, en un gesto caballeroso, para después rodear a Atlas del hombro. Amigo mío, no sabes la suerte que tienes, y... Felicidades, a los dos. Seréis unos padres magníficos. Les dedicó un guiño cómplice, pues las señales térmicas, el vientre y el olor de Musa no le dejaba dudas al drackoyano. Con los brazos abiertos, les ofreció una tremenda bienvenida, como si estuvieran en casa. Y al alzar la mirada, observó una tercera y última nave aterrizando. Más invitados, perfecto.

Al verla bajar, sonrió de forma ávida del cariño que, aquella doctora, aquella brillante doctora, le había brindado en sus meses de convalecencia. Que hayas venido me hace muy feliz Raki. Un término muy cariñoso, al que él, y solo él la apodaba. Tras terminar de abrazarla, se dio la vuelta, para presentarla como es debido. Chicos, esta es la doctora Rakhana Ma'it Lat Zakros. Fue mi ángel salvador, quien me trató y cuidó durante mi coma, y quien aún sigue velando por mí.

Aquello lo dijo con mucho sentimiento, mirando con ternura a la apthet. Con su sonrisa contagiosa, abrió el acceso al ascensor que conducía al interior del resort, mientras las naves despegaban y se marchaban. Al bajar, apenas unos metros, donde ni si quiera se notaba la diferencia de presión, se pudo observar la sala central, la cual era, éxime de una palabra, hermosa. Las vistas al atolón eran encantadoras, sofás cómodos, pantallas gigantes, el mueble bar completo, la cocina y la despensa a rebosar... Estaba todo con un aspecto increíble, como si fuera un Olimpo bajo el mar. Una biblioteca completa, luz agradable... Decididamente era un lugar donde se podía uno realmente relajar. Bienvenidos, durante este fin de semana, estáis en vuestra casa. Ponéos cómodos, mientras prepararé un pequeño cóctel, seguro que tenéis hambre y sed.

Les indicó y entregó llaves para habitaciones, para cada uno. El que decidieran o no compartir en pareja, eso ya era decisión de cada cual. Al darse la vuelta, y ponerse ante la encimera de la cocina abierta de la sala principal, su sonrisa se apagó. No quería que le vieran triste, era una fiesta al fin y al cabo. Sin embargo, un leve sollozo se le escapó ¿Dónde estaban los demás? ¿Qué había pasado con Nina, con Toru, Leila, y el resto del escuadrón... Kaori? Había mandado invitaciones para todos, y sin embargo... ¡No, no podía estar triste, al menos habían venido algunos, y eso importaba, la familia era importante! Y aquel descalabrado grupo, era sin duda su familia. Con avidez, preparó tentempiés variados, y descorchó una botella de vino tinto, un Rioja, de los mejores. Además, cortó jamón de bellota, queso manchego... Perfectos manjares de la tierra natal de su madre, España. Iba a agasajarlos, sin duda, y también preparó pulpo con pimentón, cóctel de gambas, gazpacho... ¿Un cóctel? Aquello parecía el festín de los dioses... A saber qué iba a preparar para la cena. Pero Puff era así, generoso hasta decir basta. Cuerpo de dragón, corazón de caballero, así le decía su madre de pequeño, y así le decían incluso en la Academia. Quién sabe cómo le llamarían sus compañeros y amigos.

OFF:

había percibido la timidez de Musa. Decididamente era un encanto de chica, dulce y cándida. Perfecta para Atlas. Así el ciborg se sentiría más humano, y dejaría de lado la manía de mecanizarse hasta la saciedad. Y eso era un alivio, su amigo era muy afortunado. Mientras, se quitó esa pequeña lágrima mientras le tendía una copa de vino a Jack. ¿Un jacuzzi, has visto tu habitación? Seguro que te quedarás más que a gusto colega. Dijo con un guiño, mientras iba dejando las bandejas en la barra y en las mesitas auxiliares. Se acercó a su copa y le dio un trago largo. Qué demonios, ¡A la mierda la melancolía, que aquello era una fiesta! Se acercó al equipo de música, y abrió un cajón, sacando un verdadero tesoro terrestre: Discos de vinilo. Atento Jack, estos son de mi herencia familiar. Pertenecieron, dice mi madre, a mi bisabuelo, si no más. Llevan varias generaciones en la familia. Fíjate en este... Del siglo XX ni más ni menos. Mi abuela me lo solía poner de niño.

EL Disco:

Una música para muchos inmortal, clásica: Blues, rock&roll... El legendario Chuck Berry, y lo estaban oyendo en un vinilo, seguramente de las pocas técnicas que podían reproducir el sonido de forma natural y artesanal... Grandioso. Con una sonrisa complacida, su cabeza batiendo al ritmo de la música y su cola moviéndose juguetona, estaba claro que aquella música llenaba a Blaze. Miró las bandejas, y el pasillo de las habitaciones. ¿Por qué tardarán tanto, no estarán ya... No...? No sé... ¿Les llamo por el comunicador?... Mejor les dejo un toque, y fuera, que si no, la comida se enfría y ya no sabe igual.

Con un toque del comunicador de su muñeca, le envió un simple tono de vibración al comunicador de Atlas, algo discreto, pero igualmente una llamada a los demás. Mientras, preparó otra copa de vino, y una de gazpacho para Musa. Sabía que las embarazadas no podían tomar alcohol y comer embutidos, por eso creó tantísima variedad, para que ella pudiera disfrutar sin reservas. Lo que fuese por sus invitados y amigos.