Cuando le avisaron de que se habían descubierto indicios de ruinas en los territorios salvajes de Eden, Scott casi no pudo contener su emoción. ¡Ruinas! ¡En Eden! Lo mejor de todo era que lo habían seleccionado para ser uno de los científicos en la expedición inicial. ¡Sería uno de los primeros científicos en investigar las ruinas! Aquellos días apenas pudo conciliar el sueño, y su jornada laboral constó, principalmente, en preparar la expedición y conjeturar sobre qué encontrarían en las ruinas.

El día de la expedición se encontraba un tanto nauseabundo, y aunque le recomendaron que se quedase en el laboratorio, aunque fuese solo aquel día, rechazó las sugerencias y se subió a la nave que los llevaría al lugar de la excavación. Dentro vio sentados a otros científicos, como Wilhelm Mendenhall, otro arqueólogo, o a los médicos Emily Embrey y Michael Weiss, otros a los que conocía de vistas, otros con los que nunca se había cruzado, y un número bastante alto de gente armada. A fin de cuentas, nunca se sabía qué podrían encontrar en las ruinas, y nunca estaba de más tener unos cuantos hombres armados por si acaso.

Tuvieron que esperar una media hora o así antes de que la nave despegase y los llevase a su destino. Scott fue uno de los primeros en salir de la nave, aún nausaeabundo, agradeciendo el aire fresco. Habían construido el campamento con anterioridad, y ya había gente pululando por el lugar, yendo de aquí a allá, algunos ocupados y otros buscando que hacer o esperando órdenes.

Por su parte, siguió a Embrey a la carpa médica para ver si podían hacer algo con su mareo. Mendenhall los siguió. Por el camino, hablaron (o, mejor dicho, habló Scott y los demás intervinieron de tanto en tanto).

—¿No es emocionante? Estamos a unos metros de unas ruinas que pueden tener siglos... no, ¡milenios de antigüedad! Será como volver a descubrir la tumba de Tutankamón, o la ciudad de Troya... —sonrió pese al mal cuerpo que tenía, y luego preguntó—. ¿Qué creen que encontraremos?

Embrey no dejó de andar, yendo la primera de los tres. Mendenhall, que andaba a su lado, contestó el primero.

—Espero no encontrar aquello que haya convertido lo que quiera que encontremos en ruinas —dijo Mendenhall, y luego miró a la doctora Embrey—. ¿Y usted, Embrey?

No dejó de andar, pero giró la cabeza un instante al hablar.

—Yo espero encontrar medicina para McGee.

McGee frunció el ceño, Mendenhall soltó una risa y Embrey, pese a que no se la veía, sonrió.


A Scott se le pasaron las nauseas y se fueron los tres a la zona común, y se quedaron ahí charlando hasta que llegó Sharon Doyle, una mujer que parecía una amazona sacada de la antigua Grecia: alta, fuerte, hábil con las armas. Esta les informó que habían sido elegidos para ser parte de uno de los primeros grupos que explorarían el recinto para asegurarse de que era seguro para estudiar. Además de ellos, continuó, también tendrían que encontrar a los otros dos tripulantes que formarían parte del grupo. Tenía entendido que, al principio, varios grupos recorrerían varias partes del complejo arqueológico para asegurarse de que era seguro de estudiar.

—Pero... seis personas... ¿no somos pocos? —preguntó Scott. A fin de cuentas, poco sabían sobre la extensión de las ruinas y de los peligros que encontrarían.

Doyle, por su parte, negó con la cabeza.

—Con seis bastará.


Mientras Doyle y Mendenhall iban a buscar a los demás miembros del grupo, Embrey y Scott fueron a por su respectivo equipamiento: ella a por su botiquin y él a por el CRA, el cartógrafo robot autónomo, un aparatejo que había pululado por la ruina y elaborado un mapa que Scott descargó a una tableta. Sería muy útil para navegar por las ruinas.

Mientras estaba haciéndolo, regresaron Mendenhall y Doyle acompañados de otros individuos, uno un gigante, más alto que Scotty y que Doyle, y otro una mujer de altura normal. No dudaba que ambos estuviesen armados hasta los dientes. Sonrió, pero pudo notar un escalofrío recorrerle la espada. Habló Doyle.

—Embrey, McGee, ellos dos son Atlas Titus y Nina Antalk —Giró la cabeza y miró a los dos cíborgs—. Ellos dos son Scott McGee, arqueólogo y xenoarqueólogo; y Emily Embrey, médico.

Embrey sonrió también, cerrando un poco los ojos.

—Un placer.

Scott repitió las palabras de Embrey, y volvió a aquello de descargar la información. Le sorprendió la altura de aquel hombre, no le sorprendía que lo llamasen Atlas. Doyle miró a Mendenhall y asintió, y él se separó unos pasos, colocándose de manera de que todos pudiesen verlo.

—Bien, ya estamos todos... veamos... nuestra misión es explorar el sector β del complejo. No exhaustivamente, solo tenemos que ver si el lugar es seguro. Ya saben, ver si hay trampas, si la estructura es sólida, si ha habido derrumbamientos... todo ese tipo de cosas. Tendremos que hacerlo con cuidado, tanto cuidado de no dañar nada y cuidado de no dejarnos nada en el tintero, puesto que cualquier error puede comprometer la seguridad de la investigación. Ustedes —miró a los tres tripulantes— se encargarán de todo lo relacionado con la seguridad y la lucha. Con un poco de suerte, no gastarán munición. McGee se ocupará del CRA y del plano del recinto, entre otras cosas; Embrey nos acompañará por si alguien acaba herido, y yo ayudaré con la organización de la expedición, con las comunicaciones con el exterior... en fin, creo que me expliqué adecuadamente.

Se quedaron en silencio unos instantes, y Scott habló.

—Bien, ya se han descargado los planos, tanto el tridimensional como el bidimensional...

Doyle asintió.

—¿Alguien tiene alguna pregunta o podemos adentrarnos en las ruinas?

El entusiasmo de Nina no hizo mella en los científicos, pero la advertencia de Atlas no causó buena impresión, llevándose más de un ceño fruncido y una mirada de desaprobación. Sin embargo, la posibilidad de encontrar algo peligroso en las ruinas —que siguiese funcionando—, era mínima. Según sabía, la mayor amenaza a la que se enfrentaban eran los derrumbamientos, y con la tecnología existente tampoco eran unos problemas tan grandes. Aún así, tampoco podían descartar completamente los sistemas de defensa de las ruinas; podrían seguir activos.

McGee miró a Doyle, luego a Embrey y a Mendenhall, y se encogió de hombros. Luego intervino otra persona: una mujer de cabellos rojos y grandes ojos azules, de altura mediana y de aspecto joven, de figura femenina pero erguida digna y quizás un tanto intimidante. Ante su primera afirmación, Mendenhall asintió efusivamente, y tanto Embrey y McGee le dieron la razón. Doyle se quedó callada, y Scott pensó que quizá se conociesen.

Se presentó como Belle O'Connery y dijo que era un refuerzo de emergencia para los grupos α y β, el último siendo al que pertenecía McGee. Dijo que, en el caso de que el otro grupo necesitase su ayuda antes que ellos acudiría a su ayuda.

—Yo soy Scott McGee, y ellos son mis compañeros, Wilhelm Mendenhall, Emily Embrey, y Shannon Doyle, un placer.

Ante su propuesta de entrar a la cueva, Shannon asintió y comenzaron a andar, y McGee se quedó detrás unos pasos porque tenía que activar al CRA, que comenzó a flotar detrás de él. En la cueva que comunicaba con el recinto había varia gente, y unas cuantas cabinas para ponerse los trajes protectores. Tras unos cuantos minutos, en los que los científicos se cambiaban —puesto que los mercenarios ya los llevaban puestos, o habían llegado antes y se habían cambiados—, estaban preparados para entrar.

Y entraron.

Scott contenía su sonrisa de entusiasmo a duras penas, Mendenhall ni se molestó en ocultarlo mientras correteaba hasta una pared y la miraba, sin atreverse a tocarla.

—Hm, parecen muros ciclópeos, aunque quizá solo sea una cobertura... ¡Ah, y mira! ¡Parece que hay restos de relieves!... —decía, y andaba un tanto distraído, y comentaba algunas cosas en voz baja.

Por su parte, Scott hizo que el CRA proyectase un plano tridimensional del mapa de su tablet.

Spoiler:

—El triángulo verde indica nuestra posición, y los blancos son los puntos de interés... Posiblemente encontremos pasajes bloqueados y puertas cerradas por el camino... como esa que está a nuestra izquierda. En fin, no cabe duda que las dudas son mucho más grandes —comenzó a hablar, luego alzó la mano y tocó uno de los triángulos, que se iluminó—. Propongo ir a la sala de los rectángulos, que es la que más cerca está y puede que contenga sarcófagos, eso podría decirnos mucho de quién construyó este complejo... y si encontramos restos biológicos... —dirigió su mirada a Embrey y sonrió—. En fin, luego podemos ir a la sala de los pilares, y luego ya decidiremos qué hacer.

Comenzaron a andar en dirección a la sala de los rectángulos, aunque primero tuvieron que pasar por una sala con lo que parecía ser una mesa circular rodeada por sillas. Hasta Mendenhall, distraído, los siguió.