Paz ¿Aquello era mucho pedir? ¿Tan solo un momento en el que las guerras se detuvieran, en el que las luces de las vidas dejaran de convertirse en estrellas en el infinito espacio? ¿Un instante de empatía generalizada en el que todos se unieran como hermanos ante una misma causa? Ella rezaba por ello todos los días. Sabía que los seres humanos eran débiles, que sus conciencias podían ser maleables dependiendo de las circunstancias pero si alguien debía ser el pilar que se alzara para que los mortales aún vieran al cielo con esperanza, si bien no tenía que ser ella, debía intentarlo.

Se le había notificado que una gran serie de atracos habían tenido lugar en Caronte y que necesitaban de su asistencia en el arresto para minimizar los daños. Ella evidentemente aceptó bajo la ilusa presunción de que podrían resolver aquello diplomáticamente, no obstante al parecer sus superiores no pensaban aquello: la primera muestra de aquello fue encontrarse en el transporte con aquel enorme mantra perteneciente a un ser que lejos de considerar una deshonra para los Vajra ahora ni siquiera lo consideraba parte de su orgullosa raza.

Su trato indiferente a este fue notorio debido a que, a diferencia de con este, se mostraba bastante pacifica con sus otros acompañantes, soldados, diciéndoles que ―Todo estaría bien― o que ―Me aseguraré de que no mueran, todos volveremos a casa― intentando, por supuesto, calmar los ánimos de los demás. En cuanto a ella, no estaba asustada, no tanto porque no pensara que podía ser derrotada o mucho menos asesinada pero era porque hace tiempo que dejó de preocuparse por sí misma, poniendo a otros por sobre sí misma, tal vez, con la excepción del sujeto al otro lado del transporte.

Al momento en el que el bombardeo comenzó, percibió como el mantra en el interior de los seres mecánicos comenzaba a desaparecer, lo mismo con los soldados provenientes de sus propias tropas de Eden. Estaban en la ladera de la montaña, era una posición muy desventajosa aún con la asistencia en el fuego de los autobots. Ni bien la puerta se abrió Camille salió. Percibió por un momento la facilidad dentro de la cueva per tenía otras cosas de las que encargarse.

Se llevó ambas manos unidas al pecho y las fue separando dejando ver una poderosa flama, no estaba usando sus habilidades como melancolía en sí, no sentía más melancolía de la que sentía siempre por el abandono casi total de sí misma sino que sentía otra cosa: valentía, empatía, necesidad de proteger a otros aunque, esa clase de nobles objetivos tal vez sean unas palabras elegantes de esconder su propia melancolía.

―Dije que ninguno de ustedes morirían― dijo con decisión, fue entonces el momento en el que a su alrededor se alzó un pilas de fuego que no se extendió ya que cayó como lluvia por sobre sus propios soldados, con el objetivo de curar sus heridas y permitirles avanzar, con la Vajra de melancolía caminando a paso medio cerca de ellos, debía mantenerse concentrada a final de cuentas el pilar seguía emergiendo a su alrededor.

Para una persona normal parecía que estuviera hiriéndolos pero estaba uniendo su mantra con el de ellos, curando toda herida que pudiera alcanzar, ayudándolos a salir de la ladera de la montaña y avanzar a un terreno menos desigual, sabía en el fondo de su mente que no sería capaz de salvarlos a todos, que algunos habrían de caer “O tal vez hasta yo caiga” pero “Lo peor que puedo hacer en este momento es correr hacia adelante y no hacer nada”

Belcross se sentía en cierto modo bastante mal tras el ataque del dominio, no lograba recordar nada en lo mas mínimo de lo que ocurrió cuando vio caer esa nave. Simplemente todo se volvió negro hasta que despertó en un hospital tiempo después. Aunque habían reportes de que el enemigo ataco la ciudad con bombas atómicas, cuando el vajra fue a visitar el lugar habían daños que no correspondían a ese tipo de armas, empezó a sentirse culpable pues aunque no hubiese dañado a ningún civil si podría haberlo hecho, como dijo la otra vajra, Camille. Por eso cuando las autoridades estaban reuniendo una fuerza de ataque para detenerlo, acepto sin ninguna duda. Quizás a modo de enmendar su descontrol en Edén. Lo que nunca se espero fue que a bordo del mismo transporte que lo llevaba a la base enemiga, estuviese Camille, por lo menos no tuvo que aguantar algún discurso melodramático ni nada similar, estaban bastante concentrados en la misión que tenían en frente.

Cuando empezó a temblar el transporte y sonaron explosiones en el exterior, se dio cuenta que estaban acercándose a la base enemiga. El gigante estaba respirando profundamente para intentar calmarse mientras se aproximaban, pero toda esa calma se fue imposible de mantener cuando llegaron, quien primero bajo del convoy fue la mujer de piedra. Belcross por su parte no pudo hacerlo pues un misil impactó en el vehículo haciéndolo volar en pedazos. De entre los escombros llameantes se alza la sombra del Vajra, que sale disparado de un salto hacia la base enemiga. Cayó al suelo frente a la entrada y comenzó a correr, cargando hacia el enemigo como si fuese un tren.

Si bien Camille se concentraba en un inicio lento pero seguro, manteniendo curación por sobre sus compañeros, sus aliados, sabía que si iba a avanzar, a concretar aquel arresto, debía hacerlo con ellos o no hacerlo, no iba a aceptar ningún tipo de misión suicida. Aunque tal no parecía ser el caso de su congénere quien saltó de cabeza en contra de los enemigos, pasando impunemente por sobre ellos y sufriendo rápidamente consecuencias por sus rebeldes acciones.

Ni bien llegaron a la altura de la base, en igualdad de condiciones, a falta de alguien más que diera las ordenes Camille tomó ese deber, deteniendo su lluvia de fuego a causa de entrar en la cueva y generando un último estallido de fuego para curar a sus aliados. ―¡Autobots y soldados con nombres cuyo nombre va de la A a la L! Mantengan el avance ¡Formen un perímetro lo más cercano a la base! ¡Los demás! ¡Sometan a los sospechosos caídos y aseguren una zona, espósenlos y manténgalos allí hasta el fin de la redada!―

Entonces se retiró a la retaguardia mientras los soldados cumplían sus órdenes, era una teniente al fin y al cabo y no estaba pidiendo nada del otro mundo. Casi corrió hasta la pared donde estaba Belcross, se arrodilló y lo examinó rápidamente, podía sentir su mantra con más intensidad saliendo de sus heridas, como fuente d vida. ―Tsk ¿Por qué tienes que ser tan bestial?― se quejó, no obstante su vida, como las de los otros, era importante, un regalo de Gaia y por tanto debía protegerla.

La mujer le mostró sus palmas y de esta brotó el fugo que simbolizaba la unión de su mantra con la del contrario, con el objetivo de curar sus heridas leves y o superficiales. No le dedicó más tiempo del que pensó conveniente para que las tropas cumplieran en gran medida su orden. Entonces se levantó y dio una nueva orden ―¡Formación espartana! Autobots al frente― que en la práctica no era muy diferente a decir que los autobots deberían estar frente a los policías sin piel de metal.

La Vajra caminó hasta el perímetro y uno de los policías le entregó un amplificador de voz, parecido a un megáfono pero adaptado a su enorme mano ―¡Mi nombre es Camille, teniente del ejército de Eden! Tenemos órdenes de ponerlos bajo custodia. Entreguen las armas y prometemos recurrir a su arresto pacíficamente y protegiendo su dignidad.― una manera algo inusual d proceder a un arresto pero esa era la personalidad de la tripulante ―De lo contrario habremos de entrar por la fuerza― advirtió con voz poderosa.

Por su parte las tropas debían de estar preparadas para soportar y devolver el fuego o al menos Camille lo estaba para curarlos. Dentro de todo la seguridad de la facilidad podía ser rápidamente vulnerada y confiaba en la experiencia de sus compañeros de poder asegurar cada zona con l mínimo de bajas, tanto aliadas como enemigas, posible. Lamentaba todo tipo de perdida por parte de ambas partes y esperaba que el hecho de estar rodeados por la parte exterior de la cueva convenciera a los criminales de que, en su situación, lo mejor era ponerse en las manos de la justicia.

Las tensiones eran altar en lo que esperaba algún tipo de respuesta pero eran mucho menores de cuando se abrieron los transportes, ahora la moral de los soldados debía ser algo superior ya que ahora no corrían en una lluvia de disparos como en la playa de Normandía, ahora simplemente estaba afuera de una posición que, más allá de su estética y posición privilegiada para evitar asaltos, no se mostraba precisamente como una fortaleza inexpugnable.

Aunque el Vajra no tenía mucha madera para estrategias, sabía que si rompías en las filas enemigas causarías una gran conmoción que los distraería, además de destrozar las cosas que usaban para bloquear el camino. Por ello es que había cargado como pollo sin cabeza, pero como es obvio tuvo que pagar la temeridad. Al ingresar vio como todos en el interior se dieron vuelta para dispararle con armas de alto calibre, haciéndole salir disparado y estrellándolo contra una pared. Las luces se le fueron durante unos segundos, pero su rabia seguía creciendo, las marcas en su cuerpo se hacían más brillantes, su mantra estaba liberándose de forma más intensa y sus ojos en ese momento se volvieron totalmente blancos. Era normal en alguien de su casta, pero cuando Camille le curó las heridas dudo por un momento y el brillo comenzó a bajar ligeramente, le preguntaba porque siempre actuaba así – Si me atacan a mí, no atacan a los demás – Le contesto.

Ahora la cosa se había vuelto más sencilla, pues los soldados estaban adoptando una formación de ataque para avanzar hacia los criminales. Unidades blindadas delante mientras las más débiles detrás, una manera eficiente de minimizar daños. Belcross entendió esto muy rápido y por ello dio un salto hacia arriba, en una parábola que buscaba caer sobre un grupo de enemigos, lanzando un fuerte golpe al suelo para liberar una ráfaga de mantra. Eso soltaría una fuerte onda de energía de en el suelo que se expandiría como una explosión hacia los enemigos – Ya oyeron, ríndanse – Aunque no entendía muy bien porque pedía a sus enemigos que se rindieran, nunca tuvo la oportunidad o la necesidad de hacerlo, estaba siguiendo el ejemplo de su compañera. Su método era un poco distinto al de Camille, que buscaba mediar con palabras, en cambio el coloso buscaba socavar las ganas de sus enemigos de luchar, no confiaba en que simplemente depusieran las armas.

Era cierto, ni la propia Camille estaba segura si depondrían las armas pero ¿Que más podía hacer? ¿Atacarlos incesantemente hasta que fueran sus cuerpos muertos quienes las dejaran caer al suelo? No, ella no estaba de acuerdo con eso y al parecer incluso Belcross decidió acceder a sus acciones por un momento, liberando una gran cantidad de mantra que ¿Para qué negarlo? Molestó un poco los sentidos de la otra Vajra.

Pasó lo esperado, escuchó las patas mecánicas de las unidades que salían a apoyar el fuego a discreción, en ese momento reconoció que el mantra de sus enemigos no era de furia o de valor: era de ¿Miedo? Ni siquiera podría considerarse una batalla honorable cuando se enfrentaba a un enemigo aterrado. —¡El fuego es muy concentrado! Los soldados saquen de aquí a los apresados ¡Autobots! Formación Zulú— ordenó, si tenían que retroceder no quería entregar a los ya apresados.

La formación Zulú estaba nombrada tras una antigua tribu africana, de la tierra, una especie que se ha pasado gran parte de su historia en guerra y batallas, si debía de aprender algo de estrategia o filosofía sabía que no era malo mirar en ese lugar. La formación asemejaba la cabeza de un toro, dividiendo la formación en tres, dos que serían los cuernos que avanzarían y resistirían mientras que una tercera las respaldaría y todo lo que estuviera en medio de los cuernos sería atacado desde todos los lados.

La jefa del grupo de apoyo sería Camille quien sería atacada por la munición pesada, recibiendo daños leves por todo su cuerpo y un disparo directo en su hombro izquierdo. —¡Sepan que una vez hayan caído estarán seguros en las manos de la justicia!— gritó de rodillas apretando con su mano la herida de su hombro, entendiendo que tendría que hacerles daño para que se rindieran, aumentando su melancolía y con ello, su mantra, haciendo que a su alrededor el fuego aumentara, enlazándose al de sus compañeros autobots y volviendo a ella, completando el circulo y con suerte sanando sus heridas más leves.

Sacó su espada corta (que para ella era como una daga) y la tomó como si fuera una espada y con su velocidad, ahora aumentada, corrió hacia el centro de la formación, apuntando a la fuente de mantra de las unidades enemigas, intentando cortar el cristal sin hacerle mucho dado a los pilotos, cortar los cañones o solo hacerlas caer. Una vez estuvieran en el suelo, tal como fue su orden, tropas de Eden, los pondrían en custodia, no participando directamente en la batalla.

Encontró el mantra de Belcross y preparó con su ahora aumentado mantra y tomando cobertura en uno de los mechas caídos, formó una gran bola de fuego curativo, no podría curarlo directamente como la ultima vez por lo que lanzó la misma hacia el otro Vajra, no sabía si estaba herido, solo lo sospechaba por la intensidad del ataque y la lanzó en dirección a este.

Después de eso siguió luchando entre medio de la formación, era muy difícil apuntarle bien debido a que además de que estaba demasiado cerca, además cuando uno caía lo usaba como cobertura para acercarse a otro, pero sus ataques no tenían la intención de ser mortales, al menos no en su mayoría, pero eso no evitaba que se sintiese culpable por atacar a seres que, en su mente, no comprendían lo que hacían. Por otra parte, en la cara exterior de la formación, pese a que su mayor deber era defensivo, igualmente liberaban fuego contra los enemigos y apoyaban a Belcross desde la distancia.

Su ataque tuvo éxito, soltando una fuerte onda de energía a su alrededor, agrietando el suelo por la fuerza del impacto. Mandar a esos maleantes por los aires, demostrando la fuerza que poseían pensó que podría ser suficiente, pero Belcross se equivoco bastante, pues muchos al mirar hacia atrás, notaban como en sus ojos no había algún signo de valentía o emoción, lo natural cuando se enfrentaba a un enemigo, solo podía ver el miedo en ellos. Era la primera vez que el Vajra luchaba contra enemigos cuya única motivación era el miedo, una sensación un poco extraña, pero que confirmaba que no iban a entregarse por si mismos – No importa, solo tengo que estrellarles la cara contra el suelo, así no se levantan – Decía pues la única manera en que podían arrestarlos, era dejarlos inconscientes, aunque si bien era cierto que el Vajra controlaba bastante poco su propia fuerza en esos momentos, sabía que un golpe lo bastante contundente los dejaría viendo estrellas.

Todos esos instantes de duda, dejaron abierta una abertura, pues al fondo aparecieron una serie de maquinas, todas en apariencia fuertemente artilladas. Belcross las miro fijamente y comenzó a correr hacia ellas, recibiendo varias sorpresas desagradables, pues los pesados proyectiles fueron lo bastante fuertes como para mandarlo hacia atrás. No fueron los impactos en sus piernas o costados lo que le hizo retroceder, sino fue el impacto directo de una de esas balas directamente en su pecho, nublándole la vista por unos momentos y enviándolo hasta una pared. Las heridas que estaba recibiendo por parte de los enemigos, le causaban bastante dolor, ese dolor aumentaba su ira y como efecto colateral su mantra se hacía más intenso.

La bola de fuego de Camille, le dio de lleno, aunque eso podría calmar sus heridas o dolor, no lo haría con su ira. De su cuerpo empezaron a brotar pequeñas ráfagas de mantra, era como si lo estuviese irradiando, soltando un fogonazo de luz rojiza, seguido luego de un estruendo, como si una gran pieza de metal golpease contra el suelo, levantando una nube de polvo. La misma al irse disipando, mostraría como la apariencia del gigante había cambiado, unos seis brazos en total, viendo como uno de ellos había golpeado el duro suelo rocoso de la base, causando varias grietas a su alrededor. Había adoptado su forma Vajra.

Sin perder tiempo, Belcross miro directamente a las unidades mecanizadas que ahora estaban luchando contra las fuerzas de choque. En cada una de sus manos empezó a acumular energía, lanzando posteriormente una ráfaga de mantra a un total de seis enemigos. No se detuvo, avanzando directamente hacia otras que tenía en frente, levantando los tres brazos de su lado derecho, buscando impactarle directamente en el centro. Uno de ellos directo a la cabina del piloto, que podía verse visible sin problema ninguno. Su idea de dejarlos inconscientes no le giraba ya por la cabeza, solamente quería aplastarlos, no estaba pensando con toda la claridad necesaria debido a que su ira empezaba a nublarle el juicio.

Forma Vajra: