Media semana, entraba el anochecer. Las voces de los traseuntes en las vividas calles del Distrito Okumi llegaban incluso con un poco de rever hacia dentro de aquel bar de encantadores colores y sereno ambiente, que por el día de hoy se encontraba especialmente sobrio de clientes. Pues claro, era mitad de semana, un miércoles de trabajo y si bien llegaban a aparecer uno que otro individuo para pedir un trago y relajar las tensiones del deber rutinario, aun no eran las horas para que ocurriera la magia. Apenas tocaban las 8, no muchos acababan antes de las nueve para aventurarse entre los locales y restaurantes, más cuando el cansancio se hacia tan presente en ese día tan aborrecido junto a los lunes. No obstante, la suave tonada de jazz tocaba para llenar el casi vació del bar SPIC△ junto al sonido del vidrio tocarse entre las manos de la bartener que, siendo la única de turno ese día, disfrutaba de la calma y el buen ritmo.

Más nadie adivinaría que seria una noche plagada de recuerdos de viejas historias y tragedias inolvidables, pues la noche traería consigo la partitura de un reencuentro como muchos otros. Ignorante a lo que acontecería, como por capricho del destino, la mujer había encontrado por casualidad esa mañana una cierta fotografía que traía muchas memorias entre los archivos de su viejo device, que por casualidad decidió imprimir y enmarcar. Que por casualidad, además, decidió llevarse al negocio y usarla de pequeña decoración entre donde las botellas y el mostrador se encontraba. Esas casualidades eran las que llevaban a uno a pensar: "¿Sera cosa del destino?". Quizás. Nadie sabría responder, pero algo era seguro...

Si por casualidad hoy deseaba recordar con especial cariño, ¿algo bueno invadiría su corazón esa noche?

Dejando a un lado las pulidas copas ordenadas con diligencia, sus ojos no pudieron evitar sentirse atraídos por el enmarcado y su contenido, donde el reflejo de las luces no dejaba ver los rostros pero si figuras que parecían posar para la cámara en algún punto de su historia. Rokuya estiro el brazo para tomar su borde metálico y traerlo a su frente, para que con los finos dedos de su otra mano, bordeara la figura de su diseño mientras sonreía con algo de melancolía.

Pensamientos inundaban su mente con recuerdos, impidiendo que se percataran del sonido de la puerta al anunciar un visitante. Más la familiar voz fue lo que llevo la sorpresa a su rostro. Sus ojos se abrieron de par en par, dejando que la luz los dejara brillar cristalinos ante la emoción. Rápidamente estos buscaron el origen del sonido, del taciturno y ronco tono masculino, finalmente enfocándose en su figura. Un hombre bien formado, de mirada estricta y mayor madurez fue descubierto frente a la barra del bar. Si no fuera por los años y el aprecio que sentía, jamás hubiera reconocido a su viejo camarada de escuadrilla. La nostalgia invadió su pecho, incapaz de percibir que en su rostro los indicios de un llanto emocional comenzaban a surgir. Quizás fuera los nuevos tratos de su personalidad los que suavizaron su semblante y evitaron la pena y la culpa la ahogaran entre lagrimas. La tierna sonrisa que curvo sus labios hizo la magia, permitiendo que el entorno olvidara las tensiones y aceptara el reencuentro con especial cariño. No hubo lugar para más reacción que ese par de reacciones tras apreciar como la dureza de Raynard Volker seguía tan presente como hace 4 años.