—Así que… Me encontraste…— soltó el hombre de cabellos blancos, marchitos y largos, sentado en un trono de cuerpos, sus oscuras pieles ahora invadidas por ronchas conocieron días mejores. —Lo difícil no fue encontrarte, sino empezar a buscarte— aclaró una chiquilla de pieles pálidas, cabello negro azulado y ojos plateados con sus pupilas extrañamente contraídas. A diferencia de su contraparte, que estaba desnuda, ella portaba una bata de laboratorio, el hombre rió generando movimiento en enormes venas rojas que salían de su brazo, espalda y costillas. —Siempre tan suspicaz Valentine… Tal vez por eso algún ser superior te ofreció la reencarnación—

El hombre se encontraba sentado en lo que solo podía ser descrito como un trono hecho de cuerpos, frente a él, una mesa de madera y después una silla de ese mismo material, la pelinegra sonrió y se sentó. —Sabes que no creo en eso, Víctor— se acomodó un par de lentes que se habían deslizado por su nariz levantando el puente con su dedo medio. —Así que… ¿Realmente planeas hacer esto?— levantó tranquilamente una de sus mangas y de allí brotaron algunas gotas azules, de las heridas recién provocadas tres organismos salieron y cayeron en la mesa. —El universo está en guerra— meditó Víctor —Guerra contra enemigos de otros sistemas, guerra contra las drogas, guerra contra el crimen… Tú sabes esto mejor que yo querida… Y se han olvidado de pelear por la salud— la chica suspiró por la nariz —Si hay alguien que puede curar lo que sea que hagas es Eden— el hombre negó con la cabeza —No pueden. No podrían ni siquiera contenerla— la de apariencia más joven se inclinó dejando sus brazos y codos sobre la mesa —Entonces irán por ti— dijo con voz calmada.

—Pueden hacerlo. Si muero la siguiente generación tendrá libertad evolutiva— alzó una ceja. Sus ojos eran completamente blancos con tono de pus, no sabía si realmente podía verla con sus ojos o con los de alguien más. —La violencia no es la respuesta— concluyó él mismo cuando la chica se quitó los lentes —¿Es eso lo que piensas dejarle a la historia?— ante lo que el hombre se alzó de hombros con expresión indolente —¿Entonces por qué los neutralicé?— el señor pensó antes de responder mientras se aclaraba la garganta —Porque tú también eres una alfa— el seño de la menor se frunció levemente —Entonces siempre fui un experimento más…— la expresión del hombre cambió —Igual que yo…— y hubo un largo silencio

—¿Recuerdas cuando solíamos jugar esto todo el tiempo?— sacó de su bolsillo algo hecho de algún mineral negro que no reflejaba la luz y lo hizo rodar sobre la mesa hasta la mano de su interlocutor, era una torre de ajedrez —Si… Lo recuerdo. Nuestras partidas podían durar horas… Recuerdo haber ganado la ultima— una sonrisilla como intentando aguantar la risa se apareció en el rostro de la pelinegra —Así que de eso si te acuerdas… ¿Quieres una revancha?— el hombre la miró curioso, parecía entender a lo que re refería —¿Y que está en juego?— la muchacha cogió mucho aire y luego suspiró, calmándose —Tú lo sabes… La galaxia y tu culpa…— ante lo cual el hombre sonrió de medio lado y se llevó las manos a la altura de la boca entrelazándolas por medio de sus dedos. —Ya has visto mis piezas… Y yo no he visto que tengas ninguna realmente—

—Las conseguiré, no te preocupes— el hombre se inclinó un poco sobre su trono, sus ojos, aun sin pupilas se notaban interesados —Sabes que el punto del ajedrez es que ambos contrincantes tengan los mismos recursos y posibilidades... Veo una gran diferencia entre los recursos de ambos— esto hizo sonreír a su contraparte —Por eso deberías subir tu guardia para cuando sea mi turno de mover— los ojos del anciano reflejaron reto y determinación —¿Deberíamos comenzar?— y la muchacha jugó con aquel mechón largo de sus cabellos mirándolo sonriente, estaba haciendo énfasis —Las blancas mueven primero— y luego se levantó y le dio la espalda caminando en la dirección contraria. El peliblanco rió con levedad y antes de que la mujer se fuera soltó en tono juguetón. —Me estás matando, Valentine—