El cielo se teñía con un degradado ardiente que marcaba la lenta retirada del astro rey. Los colores dorados daban un toque acogedor a gran parte del mundo, tal vez eso fuera una de las cosas que más le gustaban a Derek, ahora que poco a poco se iba acostumbrando a la vida humana. El plan para ese atardecer y noche, consistía en recorrer las grandes extensiones arbóreas de las afueras de la ciudad, en busca de hierbas y remedios naturales. En una mochila campera, metió varios tarros de cristal y etiquetas para ir catalogando lo que encontrase: Él se exigía orden y eficacia. Necesitaba más sustancias para mezclar con las que tenía (y recuperar las que se iban gastando). Ya que no podía ocultar las alas, prefería usarlas para volar desde el laboratorio hasta la entrada del bosque. De alguna manera tenía que aprovechar aquellas dos extremidades, sino, tendría que preguntarse para qué las tiene.

Tenía que hacerse con un arma también, porque no podía defenderse si le atacaba un lobo o un oso, podía meterse en graves problemas. El suelo estaba poblado de hierba, hojas y ramas secas que crujían al ser pisadas. Los árboles llegaban a gran altura, era de troncos robustos y ásperos, seguramente muy antiguos y bien cuidados. Por esta zona no había arbustos, pero todos eran achaparrados y con sus mecanismos de defensa, como frutos venenosos y pinchos en hojas y ramas. Él se había puesto unos pantalones de explorador, una camiseta de manga corta y una cazadora deportiva por encima, pretendía que estas prendas le protegieran un poquito a la hora de rozarse contra las espinas de la naturaleza. Por el momento no veía nada, lo único que hacía era caminar con cuidado de no tropezarse.

Avanzar por el terreno era bastante tedioso, uno tenía que apoyar los pies con mucha firmeza y eso a la larga resultaba agotador, pero aún tenía que adentrarse más. El silencio era muy desagradable, parecía que algo malo iba a pasar, sin embargo Derek lo veía todo bien, era demasiado optimista. Ni siquiera se le pasaba por la cabeza que algo o alguien lo estuviera observando desde un punto medio. Estaba demasiado enfrascado en su preciada investigación: La gente le necesitaba y tenía que emplearse a fondo ¡Ninguna enfermedad es incurable!

Había pasado aproximadamente un mes desde que había entrado a formar parte de la tripulación del Ikaruga y por primera vez en este tiempo se me habían concedido unos días de permiso. Al entrar ya me habían advertido que con un puesto así mi vida sería totalmente diferente, que no podría regresar a casa tanto como me gustaría, pero por suerte parecía que nos encontrábamos en un periodo de paz y las naves como aquella tenían permitido otorgar estos descansos a sus personales.
Por ello, estaba pasando un fin de semana en mi planeta de origen, Eden. Bajo el brillo anaranjado del cielo que ahora mismo podía observar asomando por los huecos que las hojas de los arboles dejaban entre unas y otras. Solo algunas estrellas, las más brillantes, podían percibirse en el firmamento, nada que ver con el paisaje de las últimas semanas. Ya que estaba en casa había decidido ayudar a papá consiguiendo del bosque algunas de las plantas medicinales que necesitaba para la clínica, y es que además me apetecía sentir el viento cálido y los sonidos de la naturaleza que son inexistentes en el espacio.

-Creo que nunca lo había apreciado lo suficiente…-Murmuré parándome a respirar profundamente. La brisa me revoloteaba el cabello y me acariciaba la piel que llevaba al descubierto. Se notaba en qué estación se encontraba Eden, podía llevar camiseta y pantalón corto sin problemas, mientras que allí arriba en el espacio siempre hace frío. Aun así portaba conmigo una mochila en la que entre otras cosas guardaba una chaqueta, ya que tenía previsto que se hiciera de noche antes de terminar.

Llevaba varios años acudiendo a esta arboleda a las afueras de la ciudad para recolectar plantas y bayas, algunas de ellas solo brotaban por las noches, de modo que estaba acostumbrada. A pesar del vestuario corto no significaba que no fuese preparada, puesto que se trataba de ropa de expedición, y también mis pies estaban perfectamente sujetos en unas botas que eran perfectas para caminar por lugares como aquel. Poco a poco me introduje desde el sendero hacía el bosque, sorteando ramas caídas y otros obstáculos, hasta alcanzar una zona donde pude reconocer varios tipos de setas que tenían propiedades medicinales si sabías qué hacer con ellas, por otro lado, para indoctos en la materia podrían convertirse en venenosas.

-Perfecto-Me agaché para verlas bien y saqué de la mochila unos guantes para cogerlas, junto a unos recipientes para guardarlas. Cuando estaba recogiendo los hongos recién recolectados en la mochila de nuevo escuché pasos a mi espalda y me giré en redondo, había alguien por allí cuando lo normal es que nadie se adentrase en el bosque a esas horas-¿Quién eres?-Eso no me daba buena espina, así que me había escondido tras el grueso tronco del árbol del que había recogido los hongos, y desde ahí observaba como esa persona se acercaba hasta mi posición, descubriendo para mi asombro a un muchacho con alas-¿Un ángel?-No estaba segura de sí estaba en lo cierto, era la primera vez que veía a uno en persona, todo lo demás había sido a través de libros y estudios.

No me di cuenta, dada la sorpresa, de que bajo mis pies se encontraba una rama seca que al moverme más de la cuenta para ver mejor desde mi escondite terminé por quebrar. Esta rama al romperse hizo un sonoro “Crack”, que me delató, provocando que aquel ser pudiera descubrirme si lo había escuchado.

Durante la travesía, hubo un momento en que se escurrió por una bajada ligeramente humedecida. Derek se tambaleó y extendió las alas, pero entre todas las ramas y hojas, no le sirvió para nada. Temía más por la fragilidad de sus preciados tarros de muestras que por su propia integridad física. Afortundamente pudo mantener el equilibrio el tiempo suficiente para llegar a pisar tierra firme y salvar tanto a la mochila como a su propio cuerpo. Quizá más bien lo que tenía riesgo de "sufrir" algo, fuese la ropa, pero a él eso no le importaba demasiado, puesto que aunque lo veía casi como una necesidad porque le desagradaba estar desnudo o ver a otras personas, también pensaba que la ropa era un estorbo. Toda una contradicción ¿Verdad? Bueno, eso es producto de una confusión entre la moral humana o terrestre y entre las "normas" celestiales.

No estaba encontrando lo que quería y eso le hacía pensar que se estaba equivocando de lugar, pero recordaba claramente haber venido aquí en muchas otras ocasiones y conseguir aquellas plantas. No perdió la esperanza y tiempo después, de continuar caminando, las vio: Se trataban de unos tallos finos y estilizados, que se ensanchaban ligeramente en la parte superior para dar lugar a la flor en si. Esta estaba formada por unos pétalos finos que brillaban. En la completa oscuridad, en un prado que no debía haber muy lejos, parecían una red de hermosas luces. Aquellos brillos tenían unas curiosas propiedades médicas y además, reaccionaban con otras sustancias para generar unas nuevas de mejores efectos. Se arrodilló frente a ellas, dejando caer la mochila por un brazo, sujeta con un asa bien resistente.

Las primeras veces, había tenido muchos problemas para cargarla con las alas, pero con el tiempo, resultaba ser simple, ellas eran una extremidad más por las que pasar las alas. Del interior sacó rebuscó un bote con la etiqueta correspondiente y con una delicadeza inhumana, comenzó a cortar por la zona correcta cada flor. Lo hacía de tal manera que en realidad la planta no sufriera demasiados daños, puesto que dejando el tallo principal, era menos peligroso. Dañino sí, porque es imposible que no lo sea, pero al menos, más aliviado de lo que sería arrancarla directamente de la tierra. Ella podría volver a crecer y la medicina avanzaría un poco más. Fue en ese momento cuando escuchó un crujido y que le hizo girar la cabeza con curiosidad. Guardó el tarro y con la mochila entre las piernas, se puso de pie, intentando divisar a quien lo produjo.

-¿Hola? ¿Hay alguien por ahí?

No pensó en ningún momento que pudiera tratarse de un animal, por lo que recogió la mochila, echándose a la espalda, para ir acercándose hacia la zona de la que había llegado el sonido. Desde ahí no podía ver a nadie, pero unos pasos después sí (le tapaba un árbol). Se trataba de una mujer, aunque no estaba muy seguro y no iba a comprobarlo físicamente. Mantuvo una distancia prudente, pero una sonrisa gentil y tranquila. Sus gestos eran suaves, sin ningún tipo de brusquedad o acción ofensiva. Dejó las palmas de las manos abiertas a ambos lados de los brazos, con los mismos flexionados: Quería hacerle saber que estaba totalmente desarmado, que era pacifista y no quería ningún tipo de problema, mucho menos una pelea.

-Me llamo Derek ¿Qué tal estás?