Recuerdo del primer mensaje :

Toda la mañana había estado tranquila sin ningún contratiempo, aquel joven rey sin pueblo comenzaba a revisar sus correo electrónicos cuando de la nada uno había llegado, sin esperarlo se le hizo bastante extraño pues hacía semanas no tenía nada de trabajo programado para entonces, y mucho menos ninguno de sus habituales clientes le había anticipado nada, quizá había sido una mera equivocación, al momento de abrirlo notó una particularidad bastante sutil, estaba escrita en un formato que conocía bien, uno de los “nobles” de la ciudad parecía tener problemas para ocuparse de alguien, a lo que en sus palabras textuales y con miedo de ponerse ambos en evidencia utilizaban las palabras clave que entre ambos habían marcado a perfección.



No se necesitaba ser un genio para comprender a qué era lo que aquel hombre se refería, el eidos sonrió con bastante burla y se puso de pie tomando su abrigo, sería momento de entretenerse un poco.


O tardó mucho tras caminar unos minutos cuando llegó al hogar de aquel hombre, tocó a la residencia y fue recibido por un par de mayordomos, este fue guiado a la sala del señor y sin problema entró, se sentó y comenzaron a platicar acompañados de una buena taza de té, palabra a palabra aquel hombre de ya avanzada edad le explicaba el pequeño “inconveniente” del cual debía hacerse cargo. -Ya veo… Susurró, arrogante, dejó su codo en el brazo del sofá y apoyó su mejilla en su puño. -Así que una de tus pequeñas aves se siente más lista que las demás, parece que aprendió a hablar y con ello a contar chismes a quien no debía.- Rió burlón y dio un trago a su té cual fino inglés que era. -Ya estás muy viejo como para meterte en este tipo de problemas, Sulivan.- Siendo este el nombre del ahora su cliente. -Mientras cumplas con tu parte yo me encargaré del resto.- Acotó antes de ponerse de pie. -Sin trucos quiero el dinero en mi cuenta en cuanto salga de este lugar, y la otra parte en efectivo. Ya sabes el lugar.- Agregó tomando su abrigo y sin más salió del lugar.



La voz se había pasado y con ello la gente que trabajaba para él había sido llamada, solo dos personas fueron requeridas, un par de inútiles humanos muertos de hambre mal vivientes que sólo buscaban pasar el rato, o al menos eso es lo que habían dicho. En cuanto entró aquel asqueroso aroma llegó a su olfato, aquella mueca de desagrado se hizo notar en su rostro a lo que los otros hombres se molestaron - Asquerosas basuras. - Fue lo primero que dijo al entrar al almacén, aquellos hombres se pusieron de pie recibiéndole y él frente a ellos tomando distancia se cruzó de brazos. - El objetivo es matarlo. -  Dijo tras aventarles una carpeta, en ella la información y la fotografía de un hombre alto, de tez morena y cabello plateado. - Las razones no les incumben, sólo encárguense de él, no quiero ningún testigo. -  Fastidiado y asqueado por su aroma se dio la vuelta. - Y rápido, los quiero aquí al terminar para dar por hecha la misión. -  Agregó desapareciendo entre las sombras.




Ahí se encontraban aquellos dos hombres, expectantes disfrazados entre la gente buscando el objetivo, sólo quedaba esperar, era tarde, sólo querían terminar con el trabajo.

Encontró el rastro de la motocicleta y comenzó a rastrear el camino, no podía hacerlo a toda velocidad pues se notaba un movimiento errático al manejar, síntomas de pánico, se podía deducir que iba rumbo a su cuartel de operaciones. Muchas veces en su recorrido se encontró con choques, probablemente de personas que no pudieron maniobrar a tiempo para apartarse del camino de ese maleante. Su recorrido lo alejaba cada vez mas de la zona regular del distrito, adentrándolo en los barrios bajos. Dentro de su casco se podía notar como una expresión de rabia estaba surgiendo, si se atrevían a tocarle un solo cabello a Elohim, morirían cinco veces antes de tocar el suelo.

Llego a las afueras del distrito, a los barrios bajos donde tuvo que esforzarse un poco para continuar siguiendo el rastro de la motocicleta, aparentemente habían varias del mismo modelo circulando por el área. Fue cosa de colocarle un filtro diferente a la huella que venia siguiendo, luego era contrastar el patrón de avance con el de las demás huellas, así fue que pudo continuar, terminando de conducirlo a un almacén en ruinas. Se quedo desde un edificio cercano evaluando la escena. Había un grupo armado que estaba en las afueras del edificio, así que escaneo sus armas. Nada del otro mundo, pistolas semi-automáticas de munición térmica, la típica arma de pandillero.

Unos seis en total, tomando posiciones por diferentes entradas – hora de cazar… -dice en un tono muy bajo, realmente estaba furioso - nano-visión activada - sus ojos se volvían en tono azul celeste, no se apreciaba dentro de su casco, pero ahora podía mirar con lujo de detalles toda la zona – camuflaje activado – su cuerpo se desvanecía en el aire, volviéndose imperceptible no solo para el ojo orgánico, sino también para los sensores y poderes extra sensoriales. Desciende del edificio en silencio total, aproximándose con cautela a espaldas de dos pandilleros, cuando estuvo lo bastante cerca, saco un cuchillo arrojadizo de su brazo lanzándolo a la cabeza de uno, mientras que al otro le tomo la cabeza con los dos brazos y con un giro brusco le rompió el cuello. Se aproximo al área donde estaban los otros cuatro, uno de ellos se había alejado del grupo, hacia un callejón, probablemente para inspeccionar si no había nadie, grave error. Salio desde uno de los costados de la calle, tapándole la boca con una de sus manos mientras con la muramasa le atraviesa la espalda, sacando la hoja de alta frecuencia por el pecho, con un movimiento rápido la desliza a un costado terminado por cortarlo por la mitad.

El otro grupo de tres parecía no ser consciente de lo que estaba pasando, peor para ellos, pues tomando impulso por una de las paredes Atlas cae en medio de ellos, blandió su katana como si se tratara de un baile, describiendo un arco circular ascendente que cerceno los cuerpos de dos pandilleros por la mitad, descendiendo la espada cortando el cuerpo del tercero de arriba abajo justo por el medio. El ataque fue tan sorpresivo y rápido que esos tipos ni si quiera pidieron gritar. Solo quedaba inspeccionar el interior del almacén.

La fragilidad de la pequeña había sido quebrantada, de su delicada piel corría sangre, pues ese hombre que más bien parecía un animal la arrojo contra los vidrios que fácilmente penetraron su blanca piel, sintiendo un dolor  profundo que parecía tan insoportable que el llanto no bastaba, después de todo Elohim solo tenía 4 años y pensaba que el dolor físico más grande era el de una inyección, cambiaria de opinión de una forma horrible.

Estaba tan asustada, llorando sin consuelo, pues empezaba a creer que su héroe no llegaría nunca, cuando de la nada sintió como la calidez de un abrazo la levantaba, tranquilizándola con esa voz suave y profunda que escucho antes, abrió sus  intensos ojos color azul que se enrojecían de tanto llorar, encontrándose con el joven que regañaba al maleante, Elohim estaba realmente confundida no sabía si este era maleante o no, ciertamente su aspecto era el de un príncipe como en los cuentos que su mama le regalaba, pero su abrazo no era como el de su papa, no existían brazos mas fuertes para ella que los de su padre.

Aun así le joven pudo tranquilizar a la pequeña que aun lloraba, pero más que nada por el dolor en su espalda, miro como el príncipe de cuento limpiaba sus lagrimas, para después alejarse y comenzar a regañar al maleante, Elohim no podía ver que pasaba pero escuchaba como le daban su merecido, ahora estaba segura, el joven príncipe era “el bueno” de la historia.

Elohim seguía esperando a su padre, cuando el joven regreso, estaba un poco más tranquila y cuando este se acerco pudo notar un tono violeta en sus ojos que jamás había visto en nadie más, eran hermosos, pero aun no decía nada, sintió el aire acariciando su herida cuando este levanto la capa, - ¡si! , le dijo mientras el llanto inconsolable volvió a la pequeña, pues no dejaría que nadie que no fuera su papa o su mama tocaran su herida, aun asi el la tranquilizaba con su voz, en sus brazos trataba de ya no llorar, tallando sus ojos y limpiando sus lagrimas trato de responder a su pregunta - eee…lo….him.. , le dijo entre mientras su voz se entre cortaba por el sentimiento que tenia de no estar con su padre, - es que… yo quería ver ..a.. los.. Unicornios .. Mágicos..Bebes.. y ..y .. ¡! Quiero a mi papa!! , trataba de contarle al príncipe lo que paso pero el sentimiento le ganaba, aferrándose a el con un fuerte abrazo mientras lloraba.

Al menos el rubio notaba como la niña de menos trataba de tranquilizarle, a lo que a la par lo tranquilizaba a él, tras la respuesta afirmativa que era más que obvia en cuanto al dolor de aquella herida quedó en silencio esperando las respuestas de las anteriores preguntas. - ¿Elohim?- Cuestionó y terminó por sonreírle a la niña. - Tal como pensé, tenías el nombre de una princesa.- Argumentó deteniéndose en tras avanzar unos cuantos metros llegando a la puerta trasera del almacén - Yo también fui príncipe.- Platicó a la jovencilla. - En la tierra había un lugar llamado Inglaterra, ni todos mis años viviendo ahí vi una princesa tan hermosa.- Masculló y sonrió un tanto más. - Pero las princesas no lloran, aunque estén lastimadas, si un príncipe ve a una princesa llorando este debe hacer hasta lo imposible por hacerla sonreír, pero veo que no lo estoy logrando.- Agregó tras suspirar fingiendo algo de tristeza. - ¿Será por que dejé de ser un príncipe?- Cuestionó observándola de reojo. - Mis padres ya no están conmigo, yo no dejaré que te pase lo mismo.- Susurró con tranquilidad a la niña tras escuchar aquello último, no podía negarlo, se le partía el corazón de verla así.  -¿Quién es tu papá? Prometo llevarte con él, debo cuidar de una princesa, eres la única que conozco, así que no dejaré que nada malo te pase ¿Entiendes?- Por más que trataba de hablar y entrar en aquel “juego” se le complicaba un poco pues el nulo contacto con algún tipo de infante era relativo al conocimiento que tenía para tratar con estos. - Tranquila, Elohim, todo estará bien, confía en mi.- Fue lo último que dijo antes de levantar la mirada pensativo ¿Cómo podría sacarla de ahí y sobre todo, cómo contactaría a sus padres? mas era obvio estos ya la iban a estar buscando, no quería verse envuelto en ningún escándalo ni que fuese incriminado, si lo ligaban con el asesinato estaba literalmente muerto.



No pasó mucho antes de que Milton se pusiera de pie, escupió sangre tras aquellos golpes propiciados por Matt y molesto tomó su celular comenzando a marcar a este, sin embargo jamás contestaron a lo que se levantó y tomó un radio comunicador que traía en uno de sus bolsillos. -El gato no nos va a pagar, tendremos que matarlo antes de que se de cuenta, está distraído con la niña.- Susurró pero jamás recibió respuesta alguna. -¿Dónde están?- Volvió a cuestionar por el comunicador, bufó y lentamente se puso de pie tratando de no hacer nada de ruido. -Malditos imbéciles, no sé para que traía a más gente si no iban a hacer lo que les decía.- Sin embargo aquella afirmación extrañó a Milton pues aquellos pandilleros estaban más que listos para asesinar a Matt con toda la intención de quedarse con su dinero, sin tener respuesta de ellos comenzó a temer de que lo dejaran solo con toda la responsabilidad. - Cobardes, no importa, todo el dinero será para mi.- Avaro insistía, tomando el arma que había utilizado para el asesinato y poniéndose de pie, cojeando se dirigió lentamente hacia el rubio y la niña, levantando el arma apuntó a la cabeza de Matt. -Primero tú, luego la niña, así que dime dónde está mi dinero y quizá solo mate a la niña.- Ordenó para lo que Matt al escucharlo abrazó más contra su pecho a la niña y se giró un poco para ver de soslayo a Milton. -¿Pero de qué hablas?- Cuestionó el eidos. -Nadie va a tocar a mi princesa.- Susurró y apegó más a la niña a su pecho. -No voltees.- Susurró a la niña. -Pase lo que pase no voltees ¿Entendiste?- Terminó por ordenar mientras observaba en silencio a Milton.

Ni si quiera supieron que los había golpeado, ahora los cadáveres se enfriaban en los espacios en esa noche, pero justo antes de entrar una de las radios de los pandilleros suena con la voz de alguien, parece que era su líder, alguien estaba coordinándolos para traicionar a otro. Abrió la puerta para mirar el interior, observando a un hombre apuntándole a otro de cabellos rubios, un escaneo rápido le indico varias cosas, quien apuntaba con el arma fue el asesino de la plaza, las marcas en el interior del cañón lo confirmaban, incluso la altura y la voz era la misma que escucho en la radio. Entre los brazos del rubio estaba un cuerpo pequeño, envuelto en una capa cubierta un poco de sangre, ajusto los filtros de su visión para analizar el cuerpo, se trataba de elohim…su hija…su princesa…su tesoro.

Enardecido se abalanzo como un rayo directo al calvo, haciendo una serie de cortes, el primero en el cañón del arma. Cuando termino el camuflaje que cubría su cuerpo comenzó a desvanecerse, mostrando su coraza cibernética completamente, una espada de color rojo que había sido recién sacudida – ¡¿pero que?! – exclamo el calvo al notar como su arma era picada a la mitad - ¡¿Quién eres tu?! – Atlas simplemente no le presto atención – ¡no me ignores cuando te hablo, voy a matarte! – en eso la careta del casco de Atlas se abre, mostrando su rostro, sus ojos no brillaban en un tono azul celeste, sino en un tono escarlata brillante, eso era por su estado de animo, realmente estaba encolerizado – tu ya estas muerto – le dice dándole la espalda.

El maleante estaba furioso pero de un momento a otro sus ojos se pusieron blancos como los de un fantasma y cayo de espaldas, poco a poco comenzaron a aparecer heridas de cortes por todo su cuerpo, una apuñalada en el corazón, un corte que le rebanaba el cráneo por la mitad, un corte que le cortaba de lado a lado el abdomen, un corte que le rebanaba el cuello y por ultimo uno que lo cortaba por la mitad desde su cabeza hacia abajo justo por el centro. Justo como había prometido el Cyborg, murió cinco veces antes de tocar el suelo. Curiosamente no había sangre la espada había cauterizado las heridas para que no brotara ningún rastro del liquido.

En ese momento apunto con su hoja de alta frecuencia a la frente del rubio – Aléjate de mi hija… - le decía en un tono serio casi autoritario – ahora… - no estaba para juegos con nadie, si no se apartaba de Elohim lo iba a pasar por una picadora de carne, dejándolo en el mismo estado que su compañero. Podía escucharse un ligero chirrido en la hoja de Atlas, eso era producto de las vibraciones del metal.

Elohim escuchaba atentamente cada palabra del joven rubio mientras lloraba en su hombro, no decía nada ni se cuestionaba a donde iban pues se sentía segura con él, su voz, sus ojos, incluso su aroma parecían tan hipnotizantes para la niña.
Mientras caminaban miraba hacia atrás con la esperanza de que su padre apareciera, pero matt llamo su atención completamente al decir que su nombre era de princesa y no era que no sintiera pero si para cualquier niña de cierta edad era un sueño ser una princesa, para la pequeña Elohim lo era aun mas que anhelaba serlo para que su mama estuviera orgullosa, - ¿de verdad? ¡¿mi nombre?! , aun con lagrimas en sus ojos le preguntaba lo que le parecía hermoso de escuchar, apoyo sus manos en los hombros de matt, sus delicados dedos tocaban su cabellera dorada, para Elohim era fascinante este joven, pues era la primer persona que conocía además de sus padres y maestros, sin mencionar que era la viva imagen del príncipe de sus cuentos, el escuchar de el decir que realmente lo era solo confirmaba las sospechas de la infante “ ¡lo sabia! ”, pensaba mientras el seguía hablando.

La pequeña seguía observándolo con tanta atención, sus expresiones, gestos, entonación, el movimiento de sus labios al hablar, cuando escucho las primeras palabras que la sonrojarían, pues el joven la llamo princesa y no solo eso, le dijo hermosa, totalmente sonrojada aparto la mirada de matt pues se había avergonzado, aun asi siguió escuchando lo que él le contaba, pensaba en como seria Inglaterra cuando con su pequeño vestidito limpio sus lagrimas, ¡no quería dejar de ser una princesa! Menos que el sintiera que no era más un príncipe, puso cada una de sus pequeñas manos a cada lado del rostro del príncipe, para que mirara con atención, - ¡mira, ya no estoy llorando! , le mostraba acercándose a el, cuando matt le hizo la pregunta indicada, “¿Quién es tu papa}?” al escuchar eso elohim casi rompe en lagrimas otra ve,z, pero hacia un tremendo esfuerzo para seguir siendo una princesa, - mi…mi..mi papa, es ¡el hombre más fuerte de todo el mundo!, es el mas inteligente y lindo y come helado conmigo, es el mejor papa del mundo, te encantara conocerlo, se llama atlas, es un ¡almirante! , le contaba la pequeña entusiasmada por volver a ver a su papa.

Pero el momento fue bruscamente interrumpido por la reaparición del maleante, Elohim había quedado tan traumatizada que el solo sonido de su voz le volvió las lagrimas a los ojos y se aferro a matt, cerrando los ojos como el le ordeno para no ver nada, pronto se comenzó a escuchar un movimiento rápido y violento, no sabía que estaba pasando pero tenía demasiado miedo como para ver, pero después de unos segundos le pareció escuchar la voz de su padre, esa voz que tranquilizaría a Elohim incluso si estuviera en el infierno - ¿papa? , se preguntaba a la vez que giraba su rostro, econtrandose con el maleante en el suelo, pero aun mas importante, la figura de su padre, que si bien antes Elohim nunca había visto a su padre en acción, para ella era su héroe con o sin traje, se podia notar el amor que le tenia en sus ojos,- ¡bájame, bájame!  , elohim se bajo de los brazos de matt  para correr a su padre, comenzó a llorar de nuevo incluso mas que con la herida de su espalda, - papa…papa… ¡perdóname!, es que los unicornios bebes y después el hombre malo y …., quería explicarle pero lo único que quería era estar entre sus brazos.

Apenas si pudo percatarse de la otra presencia cuando al apenas haber blandido su espada quel ser de más de dos metros había cortado al calvo insolente, retrocedió un paso con la niña en brazos y tras chasquear sus dedos formó una sutil llama sin quemar a la niña, no fue hasta que las primeras palabras de aquel hombre hicieron al rubio comprender la situación. - No sabía que los almirantes tuvieran familia. - Susurró algo burlón antes de escuchar la última orden. - No tienes derecho de ordenar a cualquiera que tengas en frente. – Masculló molesto ante la orden ajena sin embargo el eidos comprendía la situación, si él perdiera un tesoro así de valioso también se pondría como loco.

La reacción de la niña lo hizo ceder aunque incómodo dudaba de si era él el padre o no, mas no quedaba de otra, agachándose un poco dejándola en el piso con cuidado, ni se tomó la molestia de pedirle su capa, mucho menos el pañuelo que le había entregado, era mejor que ella se los quedara. -Está herida.- Susurró cruzándose de brazos viendo a la niña irse. - Son cortes de vidrio, no parecen muy profundos pero si le duelen bastante.- Observó con aquella mirada fría al cyborg. - Debes ser el hombre más imb… - Calló en seco, la niña estaba ahí, ya suficiente había tenido con lo que había vivido en horas como para que “su príncipe” comenzara a insultar a su padre. -Debes ser el hombre más descuidado del mundo, a las princesas se les cuida o cualquier monstruo puede llevárselas.- Hacía referencia al conocimiento de aquellos cuentos infantiles que conocía. - No siempre habrá un príncipe que la cuide. – Agregó y sí, con su mirada sentenciaba a Atlas, no podía negar su preocupación y molestia, esa niña no era de su incumbencia, mucho menos algo que debía importarle, mas dadas las circunstancias no podía dejarlo pasar así como así.

- De haber sabido que su padre era un almirante me la hubiera llevado y la hubiera entregado de una manera más segura para mí. Si esa niña hubiera caído en manos equivocadas no te estaría llamando “papá”.- Volvió a regañar y levantó sus brazos mostrando sus palmas haciendo la llama en una de estas desapareciera. - No pretendía ni pretendo lastimarla.- Puntualizó sin tardar más, no quería ser juzgado por un crimen de secuestro. - Será mejor que te la lleves de aquí, este lugar es más que peligroso. – Metió sus manos a los bolsillos, bajó su mirada y le sonrió a la niña volviendo a hincarse en su rodilla derecha para quedar a su altura. - Promete que jamás volverás a alejarte de tu padre, los bebés unicornios siempre están cerca de su mamá y de su papá, debes hacer lo mismo. Tu papá se asustó y se preocupó por ti, quizá yo no te vuelva a ver así que debes prometer que te portarás bien ¿Entiendes? - Se puso de pie y suspiró. - Quédate con mi capa y con el pañuelo, está haciendo frío y debes limpiar tu rostro. - Rascó su nuca, siendo sincero, esa despedida le costaba un poco, aquel tonto juego de “príncipe y princesa” era… Curioso y extraño.

Atlas simplemente ignoro las primeras palabras de Mateus, estaba tan contento de haber encontrado a su querida hija que simplemente se agacho soltando la espada, estirando sus brazos para luego darle un abrazo a la niña, evitando contacto directo con su espalda. Podía notarse como brotaban las lagrimas de los ojos de Atlas – mi niña, estoy tan feliz de volver a verte – comenzó a escucharla intentar dar explicaciones, simplemente cerro lo ojos – shhh...no tienes que explicar nada, y no temas al hombre malo, él y sus amigos ya no podrán hacerte daño – se alejo un poco para darle un beso en la frente, realmente estaba feliz de estar con su hija.

En esos momentos recordó lo que detecto con su escáner, las heridas en su espalda– cariño por favor no te muevas – en ese momento le quita la capa, para ver bien las heridas, su semblante cambio nuevamente casi a estar furioso, pero los llantos de su hija lo calmaron – tranquila hija, papá hará que todo eso pase – de la parte inferior de la muñeca de Atlas sale lo que parece un pequeño tubo, comenzó luego a rociar un aerosol que estaba desinfectando la herida – se fuerte mi niña, pronto pasara todo – podía causar cierto ardor que seguramente incrementaría la sensación de dolor, pero pasaría muy rápido pues al terminar de desinfectar salió otro liquido del rociador, era un analgésico para dormirle la piel de la espalda y que dejara de sentir dolor – ya paso cariño ¿viste? Eres muy valiente

Ahora que ya no sentiría el dolor de las heridas podría extraerlos sin problemas, de los dedos de su diestra salieron pequeñas pinzas  – ya casi hija – comenzó a moverlos por las heridas haciendo un movimiento similar a una tenaza cerrándose, con cada cierre soltaba unas pequeñas placas, eran idénticas las grapas medicas que usaban los médicos, con ello cerro completamente las heridas. Para asegurar que cicatrizaran bien las heridas paso su palma por encima de la espalda, soltando una especie de cinta adhesiva para evitar que le cayeran particular posteriormente – perdóname hija si hubiese tenido mas cuidado esto no te habría pasado – la toma por ambos lados de su rostro con las manos y pone en contacto su frente con la de la niña.

En ese momento por fin le presto algo de atención al rubio - ¿tan raro te parece que un almirante tenga familia? – su mirada era seria, pero el color era natural, no era ni azul ni carmesí, la presencia de su hija realmente había calmado su furia – este descuido solo ocurre una vez, nunca mas permitiré que alguien la separe de mi o la lastime – cierra sus ojos para darle un abrazo a su hija y llevarla de la maNO. Con un ágil movimiento de pies alzo la Muramasa, agarrándola en el aire con la mano derecha, para luego colocarla en su funda al costado izquierdo – supongo que debo darte las gracias

Elohim corría a los brazos de su héroe, su ídolo, su padre, mientras lloraba, sentía que todo el mundo era tan pequeñito cuando estaba cerca de él, se abalanzo a su pecho rodeándolo con sus  pequeños brazos que apenas podían alcanzarlo, lloraba más que cualquier momento antes en el día, ni el miedo o dolor se comparaban al estar cerca de él otra vez, - ¡papá… no te alejes nunca de mi, por favor! , lo abrazaba mas y mas fuerte, cuando se alejo un poco para poner sus frágiles manos en el rostro de su papá, era como si por primera vez quisiera grabar en su mente cada rasgo de su padre en su memoria, repasaba sus pequeños dedos en  la cicatriz de su ojo izquierdo, todo el era asombroso, perfecto.

Todo miedo se había disipado, pues el estaba ahí, aunque pronto volvería a sentir dolor ya que su padre comenzaba a encargarse de la herida en su espalda, trato de ser valiente y soportar el dolor, aun que fue mucho menor de lo que creyó ya que su papá parecía usar magia.

Cuando termino miro a su papá, entrelazando sus deditos con los de él, estaba lista para ir a casa, cuando miro hacia atrás encontrándose con los profundos ojos de matt, el color violeta era tan precioso aun de lejos, Elohim volvió a sonrojarse nada mas de sentir la mirada de su “príncipe”, no quería despedirse de el de esta manera, no después del momento tan mágico que le había hecho vivir, miro de nuevo a su padre, dando un pequeño jaloncito a su mano y señalando a Matheus,  - ¡ papá, quiero decirle adiós al príncipe! ,soltó a su padre suavemente para caminar hacia el joven rubio, cada paso que daba hacia el sentía como su pequeño corazón se aceleraba, hasta que se detuvo, apenas unos pasos frente a el, lo miraba taaan alto e imponente, quería agradecerle de alguna forma lo que hizo por ella, pero no tenía nada que ofrecerle, miro sus pequeñas manos pero no tenía nada, - qmmm…yo…bbueno mm… ¡principe! , trataba de formar una oración entre sus rosados labios pero le estaba costando trabajo por los nervios, pero más que nada por la tristeza de que no lo volvería a ver, - ¡gracias! , pronuncio suavemente, mientras intentaba pararse de puntitas y besar su mejilla para despedirse del que se había convertido en el primer inocente amor de una niña.
Regreso a los brazos de su padre lentamente, pues más que nada quería ir a casa, pero ahora sentía que estaba dejando algo de ella en ese almacén.

Entrecerró su mirada observando como la pequeña niña era curada por aquel hombre, no cabía duda ya, sí, era su padre. Suspiró y se recargó en uno de los muros esperando a que terminaran por curarla, le causó cierta ternura ver cómo ella se encontraba a su padre y al menos las lágrimas pasaban de dolor a felicidad. - Debe ser bastante difícil cuidar de la ciudad y de tu familia. - Respondió con cierta tranquilidad y se encogió de hombros. - Ya te dije, no siempre habrá alguien ahí para cuidar de lo más valioso que tienes, y si alguien se entera de que ella es tu hija intentarán lastimarla para llegar a ti. No sé quien sea su madre pero seguro también estaría en peligro.- Agregó y sonrió - Da gracias a que ese calvo era un estúpido o la hubiera lastimado más.- La idea de creer que la nña pudo haber perecido en aquella escena también molestó al rubio, desvió su mirada y suspiró cerrando un instante sus párpados. - Ya llévatela, debe descansar.- Ordenó y entreabrió su mirada viendo como la niña y él se disponían a partir.


La vio aproximarse y se hincó nuevamente en su rodilla derecha en cuanto ella lo llamó. - Dime, princesa ¿Qué pasa?- Cuestionó sonriéndole, pero escuchar aquel agradecimiento le sorprendió en sobre medida, creía que estando ahí su padre ella ni le tomaría en cuenta, parecía que no era así. Recibir aquel beso por parte de ella le descolocó un poco, y besó su frente correspondiendo aquella atención por parte de la niña tras tomarla de las mejillas, sólo esperaba que su padre no lo matara por eso. - No agradezcas.- Le susurró - Nos veremos pronto, cuídate mucho, no vuelvas a alejarte de tu padre.- Ordenó y se puso de pie al verla partir, se despidió con su mano y con una última mirada retó al cyborg. - Cuídala. –Dijo por último antes de darse la vuelta para salir de ahí.