En la actualidad, muy pesar de la abrumadora tecnología  y avances existentes, aún se conservan individuos que se niegan a abandonar sus retrógrados estilos de vida, arrastrando a generación tras generación con sus costumbres obsoletas, llegando a formar  escenas semejantes a las batallas épicas libradas tan solo en películas históricas, que para los seres que yacen en la tierra; personas que  dejaron sus vidas atrás hace centenares de años, ya de por si eran antiguas.  Este grupo de seres humanos, fomentan una cicatriz que se niega a sanar,  representa lo que alguna vez fueron las civilizaciones del planeta Tierra, seres con una mentalidad cerrada, dispuestos a llevar sus diferencias hasta la ultima consecuencia...



El sonido del acero desgarrando velozmente la tela hasta llegar a la  escasa  cubierta de piel atezada y parte de la carne; dibujando una franja roja al lado izquierdo de su torso, vertiendo gotas carmesí sobre el  pavimento previamente humedecido por la llovizna, su garganta dejando escapar  un tenue rugido tras la  incisión ocasionada por aquel cuerpo férreo y su anatomía instintivamente retrocediendo tan solo para arremeter contra el agresor, quien alza un quejido y deja brotar más salpicaduras color rojo.

-Duele…-

El corte que le propicio con su propia espada fue suficiente para hacerlo recular no obstante, pese los llantos exasperados de aquel hombre,  su pendenciero acompañante se aproxima raudo, ignorandole, sacudiendo una navaja contra el rostro del de cabello cobrizo, dándole la oportunidad de sujetarlo de la muñeca y desequilibrarlo de un coz en la tibia; el hombre pierde su apoyo dejando que la gravedad termine el trabajo. Unos segundos más tarde, el bullicio de dos o tres hombres se avecina, por lo que dejando su orgullo a un lado,  aprovecha la oportunidad  precipitarse sobre una valla y fugarse hacia los callejones…

Izquierda o derecha, atravesando de un callejón a otro, como el juego del roedor en el laberinto el joven de cabello pardo hacía todo lo posible por avanzar, hasta que las manecillas del reloj aceleradas dieran paso para que la luz en el cielo comenzara a teñirse de colores incandescentes, pues el crepúsculo pronto terminaría. Después del extenso lapso de tiempo corriendo sin dirección alguna, observó a su alrededor mientras respiraba con dificultad; su pecho bajaba y subía rápidamente entre sutiles jadeos, el aire quemara sus vías respiratorias. El silencio abrumador colmaba el área, irrumpido  únicamente por el rítmico sonido de su andar, era perfecto, este menguo por unos instantes.

Tsk….— chasqueó la lengua, mientras su mano derecha se elevaba hasta cubrir la nueva estela rojiza en su cuerpo, que aun parecía emanar el tibio líquido vital.  Sus pies comenzaban a arderle, aun sin un objeto que le permitiese medir el tiempo, sus  extremidades parecían marcar un día y medio de constante huida y permanecía con la incertidumbre sobre si ese bizarro juego llegaría a concluir esa noche. Su desgana decoraba las facciones de su rostro, tuvo que apoyarse contra una pared por unos minutos sintiendo el peso de su cuerpo como si fuese una tonelada, este temblaba sutilmente;  él estaba por desplomarse.


La multitud de edificios que se elevaban apenas permitían observar el cielo, este había abandonado los tonos naranja y azulados que hacía unos minutos previos iluminaban sus pupilas,  fueron reemplazados por sombras irregulares, moldeando un aire peligroso y tenso a la red de callejones. Perdió el conocimiento por un par de horas, al incorporarse nuevamente, se percató  de que  había avanzado hasta un sitio de una opacidad profunda, sus ojos apenas si vislumbraban los las figuras de gran tamaño que habían; probablemente basureros, la visibilidad era casi nula en ese callejón.

Miró el putrefacto asfalto, se movió torpemente por este  y se puso en pie apoyándose en la desgastada pared. Sutiles luces se movían no muy lejos y con ellas el sonido de pasos agitados le volvían a acompañar, pero no era solo eso,  para ser exactos; según el ruido,  la cantidad de participantes parecía haber disminuido, uno de ellos se había separado del grupo.

Intento retomar el paso, pero esta vez al apenas haber recorrido unas calles tuvo que detenerse. Ookurikara no era de clase que se inmutaba fácilmente, de hecho, era casi imposible ver una reacción claramente demarcada en su rostro, así como escuchar que pronunciara más allá de unas cuantas palabras no obstante, su estrepitosa respiración aumentaba por el eco y esto era lo suficientemente fuerte como ser percibida hasta por una persona común y corriente incluso a cierta distancia.  

Sus sentidos alertaron la proximidad de un desconocido, mas su cuerpo no movió ni un solo musculo, no tenía más opción que permanecer inmóvil y cauteloso ante el ente que se acercaba a su posición, al haberse detenido parecía casi imposible retomar el movimiento de sus extremidades. Dejo escapar de entre sus labios un suspiro con desgana, sus pupilas  hicieron un movimiento apenas perceptible, sus ojos ya eran capaces de visualizar el tenuemente la silueta de un hombre que se acercaba, no quedaba más esperar lo siguiente, pero no sin antes llevar su diestra hasta la espada que cargaba en su cintura…

आसमान से गिरे खजूर में अटके:

Con cierta gracia y agilidad termino de desenvainar su espada, girando la muñeca por unos segundo como un acto inconsciente, balanceando el filo del objeto férreo mientras sus pupilas dibujaban con dificultad la figura que se aproximaba. La tensión abrazaba su anatomía con brío, sujetando sus músculos con insistencia evitando por aquellos instantes que diera tan siquiera un paso. El ambiente musitaba una melodía íntima que resonaba dentro sí ; el fuerte latir de su corazón, el rítmico subir y bajar de su pecho provocando aquella estrepitosa forma de respirar, que succionaba con fuerza el aire tan solo para sentir como aquella acción vital le quemaba, hasta que finalmente aquella balada interna disipó los innumerables pensamientos que aglomeraban en su cabeza.  

El armónico sonido vocalizado por el contrario fragmento todo a su alrededor, era evidente que no se trataba de los individuos que trataban de apagar su vida, mas no era una razón para relajarse,  mucho menos en el sitio en donde se encontraba, sea lo que fuese que se encontrarse a tales horas y en dicho lugar no podrían ser buenas noticias, no, muchos menos para el de piel atezada. Al discernir el significado de aquel sonido, sus cejas se deslizaron aun mas hacia el centro de su rostro, llevando su mano hasta el torso, presionando sutilmente la herida en este, percibiendo el dolor arraigado en su carne, pero aquel aroma sutil que se colaba entre peste de las calles no provenía de su lesión, él lo sabia, podía diferenciar claramente la esencia que tenia su propia sangre al brotar constantemente machando su dermis y la que se formaba al llevar cierto tiempo fuera del cuerpo, ese hedor fermentado. Sus labios permanecieron sellados por el silencio, los segundos fluían sosegados mientras entretejía su próximo movimiento y sin importar cual sentimiento proyectara la voz que le interrogaba, la entonación era justa para una celada y como no reconocerlo, si la sangre que mezclada que portaba estaba cargada de historias llenas de alevosía. Por mucho que su orgullo le recriminara ese día,  por segunda vez tendría que actuar de forma inusual. Con discreción y tratando de retomar la poca energía que su cuerpo podía acumular, sus pasos retrocedieron tranquilamente pero sin olvidar la cautela, tomo otro rumbo, de cualquier forma su propia naturaleza le llevaría lejos de cualquier situación que pudiese involucrarlo con otro ser, no necesita a nadie, él lucha por sí mismo y él va a ser el único  quien defina  la hora de su muerte.  

Retroceder no fue prudente, aun si tomo dirección hacia la izquierda significaba aumentar las probabilidades de encontrarse con los hombres que le buscaban con persistencia. Estaba mas que enfermo de esa situacion, pero eso no le impediría avanzar, desde pequeño fue entrenado para luchar hasta ser reducido a la nada, esos años de huesos rotos y de sangre derramada no habían pasado en vano.


—Vaya, esa es una expresión inesperada, es idéntica a la Manasa justo días antes de su muerte  —irrumpió una voz. En una intersección entre callejones, no muy lejos del sitio donde resonó una voz femenina,  un hombre de aspecto tosco pronunciaba aquel comentario con la única intención de mofarse del prófugo. Ookurikara sin querer había moldeado en su rostro algo de hastió lo que causo el estúpido argumento del contrario, pero no por el hecho de que pronunciar el nombre de su difunta madre iba a lograr que este corriera hacia una muerte absurda.

—Muévete...—Finalmente vocalizo con un tono seco aquella palabra y a diferencia de su comportamiento, aquel hombre perdió la calma rápidamente. —Maldito mocoso — mascullo con ira. El hombre se inclino hacia Ookurikara empuñando una extraña navaja en mano, de inmediato escucho el sonido del aire cerca de oído, había evitado el pesado golpe de la cuchilla por milímetros, posteriormente el agresor rugió,  y se abalanzo nuevamente, la suerte no le duro mucho, sus movimientos esta vez fueron demasiado lentos,  aquel alcanzo a presionarle justo en la zona en que había sido lastimado anteriormente. —Tsk..— emitió un sonido de dolor.  Instintivamente sus ojos chispearon de forma inusual, en sus orbes se pudo vislumbrar por unos segundos un brillo ígneo. Sin dejar que aquel sujeto le atacara nuevamente, se puso de cuclillas velozmente y  elevo su espada a la parte inferior del estomago del contrario, el metal atravesó su carne con facilidad.  —¡Gah! — Tras su grito de dolor intento retroceder, mas el cuerpo de Ookurira se apoyaba todo su peso en esa estocada, no acabo allí, sujeto con ambas manos el mango de su Tachi tan solo para llevar el corte hacia arriba. Lo último que se escucho fue el húmedo sonido del filo desenterrándose  y el pesado cuerpo desplomándose en el suelo...